sábado, 31 de octubre de 2009

Asignación por hijo

Tal como fue anunciado por la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, se extiende la asignación familiar por hijo a una población que no estaba alcanzada (hijos de desocupados y trabajadores informales). De esta manera se establece una nueva igualdad de derechos que corrige fuertes inequidades y se avanza hacia un sistema de seguridad social más justo.

El diálogo que se ha llevado a cabo en estos días mostró un fuerte consenso en avanzar hacia un ingreso universal a la niñez. Aspiramos que esta iniciativa del Poder Ejecutivo pueda verse plasmada en una ley, debatida y consensuada por todos, que brinde el marco jurídico adecuado para una política de Estado a largo plazo.

Ciertamente esta asignación no soluciona las causas estructurales de la pobreza pero significa un importante paso para aliviar la indigencia, al otorgar un mínimo de ingresos que muchas familias y hermanos nuestros estaban necesitando.

Quedan todavía pendientes por conocer aspectos prácticos vinculados con la implementación de este importante anuncio. Que el Señor nos ilumine a todos para seguir trabajando en la construcción de una sociedad más equitativa, con políticas de Estado complementarias para asegurar un desarrollo humano integral de cara al Bicentenario de la Patria (2010-2016)

Cáritas Argentina y la Comisión Nacional de Justicia y Paz

“Felices los que escuchan la palabra de Dios y la practican”

Vivir el Evangelio del Domingo 1 de noviembre del 2009

Texto del Evangelio: Mateo 5,1-12



Una frase para recordar:
“Felices los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”

Preguntas para reflexionar:
¿Sos feliz? ¿Dónde buscas la felicidad? ¿qué te llama la atención del texto? ¿qué felicidad nos propone Jesús?

Orar durante el día:
Feliz el hombre que siempre medita en la Palabra de Dios.

Transformar la realidad:
Trata de estar atento a los criterios para vivir que propone Jesús.

¿Quién es Milagro Sala?

jueves, 29 de octubre de 2009

Luz y esperanza para el nordeste de Brasil




Con este nuevo proyecto, la SB de Brasil (SBB) extiende su ayuda médica y espiritual a poblaciones inmersas en situaciones de riesgo social, de acuerdo a un artículo publicado en «A Biblia No Brasil» (octubre-noviembre 2009), revista editada por la SBB.

El proyecto «Luz para el nordeste de Brasil» fue lanzado el 31 de agosto en el Museo de la Biblia, en Baruerí. El mismo es una extensión de «Luz en Brasil», un programa de ayuda social desarrollado por la SBB que incluye otros dos proyectos de similar importancia: el pionero «Luz en el Amazonas», en operación desde 1962, y «Luz para el sur de Brasil», creado en 2008.

A través de los primeros proyectos lanzados, variadas áreas aisladas y desfavorecidas del norte y el sur del inmenso país sudamericano reciben asistencia espiritual y médica por medio de un barco y un microbús adaptados con equipamiento médico. Ahora, una clínica móvil establecida en un camión especialmente equipado proveerá la misma asistencia a poblaciones que viven en situaciones de alto riesgo social en el nordeste de Brasil.

«Ofreceremos esperanza para aquellos que padecen distintas necesidades y propagaremos la Palabra de Dios. Hay mucha gente que necesita desesperadamente la esperanza que únicamente Dios puede ofrecer», dice el Rev. Dr. Rudi Zimmer, Director ejecutivo de la SBB, durante el lanzamiento del proyecto.



Inicialmente, el camión visitará comuCAMINHAO#1nidades desfavorecidas en los estados de Pernambuco y Paríba, para alcanzar a 1.500 personas, aproximadamente. Hasta finales de 2009, ya hay cuatro viajes planeados a ciudades del estado de Pernambuco –Pombos, Abreu e Lima, Itapissuma y Recife– y otro a la ciudad de Alcantil en Paraíba.

Un nuevo desafío

Así como sus contrapartes en las zonas del Amazonas y el sur del país, «Luz para el nordeste del Brasil» pondrá la mira en el desarrollo espiritual de los individuos y en la promoción de la salud, la cultura y los valores ciudadanos. La iniciativa incluirá tanto la salud médica como la dental, así como la distribución de literatura bíblica y actividades recreativas y educacionales.

«Es muy gratificante incluir la región nordeste en nuestras actividades y expandir, de esa manera, el alcance de nuestros proyectos. Este proyecto es un nuevo desafío que nos anima a continuar propagando la palabra de Dios a todos. La Biblia transforma la sociedad a la que llega», dice Erní Seibert, Secretario de Comunicaciones y Desarrollo social de la SBB.

El camión de la esperanza

El camión utilizado para llevar a cabo el proyecto no es un camión común. El mismo ha sido especialmente equipado para desarrollar la tarea social eficazmente, pero también tiene un área especialmente diseñada donde la gente puede obtener información acerca de la Biblia. El vehículo contará con un equipo de calificados profesionales.

El apoyo espiritual será desarrollado sin inclinaciones doctrinales e incluirá la donación de literatura bíblica y de aconsejamiento. Asimismo contará con otras variadas actividades CAMINHAO#4orientadas a los niños.



Vale decir que este proyecto cuenta con el apoyo de la SB de Escocia que impactada por el proyecto hizo una donación sustancial para la adquisición del vehículo.

Si bien el proyecto ya está en marcha, la envergadura del mismo presenta desafíos de enormes costos económicos y humanos. Si alguien estuviera interesado en colaborar económicamente con este proyecto puede contactarse con la SBB.

domingo, 18 de octubre de 2009

El poder en la Iglesia II

NO HA DE SER ASÍ

La Iglesia es una comunidad diferente y no ha de pedir prestados sus esquemas de gobierno a otras sociedades. Lo dijo Jesús de manera rotunda: «Los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. Pero no ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande, sea vuestro servidor». No hay duda. Jesús ha querido introducir en el mundo una comunidad sorprendente donde quede suprimido el poder y el dominio sobre los demás, y donde la autoridad se entienda y se viva sólo como servicio.

La Iglesia no es una democracia, pero tampoco una monarquía ni un sistema feudal. La Iglesia no es del Papa ni de los Obispos. No es de los teólogos ni del pueblo. Es de su Señor, y todos los que en ella quieran tener alguna autoridad, se han de poner a servir y ayudar. Así de claro.

Jesús sólo admite en su Iglesia una autoridad que sea servicio fraterno entre iguales. Desde su modo de entender las cosas, la «autoridad» no es un premio por los méritos adquiridos, ni el reconocimiento de una buena conducta, ni se ha de otorgar a quienes den garantías de guardar el orden. No se la ha de confundir con el poder pues, en la Iglesia de Jesús, la autoridad termina cuando se convierte en poder.

No es difícil detectar dónde hay en la Iglesia ese poder contrario al Evangelio. Quien vive desde el poder se sitúa sobre los demás y trata de imponerse y dominar. Utiliza la presión y crea desigualdad. Aún sin pretenderlo, va construyendo una Iglesia donde siempre hay superiores e inferiores, varones y mujeres, clérigos y laicos, teólogos y pueblo llano. Exactamente lo que nunca quiso Jesús.

Lo peor del «poder religioso» es que se siente seguro pues cree tener su origen en Dios. Para Jesús, sin embargo, Dios es sólo fuente de amor y servicio, y de nada más. Cuando el poder se «sacraliza», puede llegar incluso a quitar libertad, controlar las conciencias y hasta decidir cuáles son exactamente los caminos de acceso a Dios.

La llamada de Jesús ha de ser escuchada por todos los que tenemos algún grado de autoridad en el gobierno de la Iglesia, dirección de la comunidad, educación o familia.

El poder en la Iglesia

1. El problema capital que plantea este evangelio no es el rechazo de la soberbia, sino el rechazo del poder. Para que los discípulos entiendan lo que el Evangelio les pide, Jesús no pone, como ejemplo de lo que hay que evitar, a los orgullosos, sino a los poderosos. Sin embargo, es un hecho que en la Iglesia se ha entendido y se ha justificado el “ministerio apostólico” como “sacerdocio” dotado de “potestad” (Trento, ses. 23. DH 1764; 1771) y como “episcopado” dotado de “plena y suprema “potestad” (Vat. II. LG 22). El problema que tiene la Iglesia con el Evangelio no está en el posible orgullo, la vanidad o loa soberbia que puedan tener algunos de sus miembros, sino en el poder que el “ministerio apostólico” ejerce sobre los demás católicos.

2. Al decir esto, no se trata de afirmar que en la Iglesia no debe haber presbíteros, obispos y papa. El problema no está en la existencia del poder, sino en el ejercicio de ese poder. Jesús no quiere que los apóstoles (y sus sucesores o colaborados) ejerzan el poder como lo ejercen los jefes políticos. Sin embargo, resulta chocante que el texto evangélico en el que Jesús prohíbe eso, de forma tajante (Mt 20, 26; Mc 10, 43), no se cita ni una sola vez en los documentos principales del Magisterio de la Iglesia (DH, pg. 1583 s). Resulta inevitable pensar que el Magisterio eclesiástico ha escogido del Evangelio lo que ha justificado su poder y su forma de ejercer el poder, al tiempo que se ha marginado lo que plantea el más serio problema al ejercicio del poder eclesiástico.

3. Los documentos eclesiásticos sobre el poder en la Iglesia no son la última palabra sobre este asunto. La Iglesia tiene el derecho y el deber de seguir buscando el modo de ejercer el poder que sea coherente con el Evangelio. Un poder nunca basado en la sumisión incondicional de unos (los laicos) a otros (presbíteros, obispos, papa), sino en el seguimiento de todos a Cristo el Señor.

sábado, 17 de octubre de 2009

“Felices los que escuchan la palabra de Dios y la practican”

Vivir el Evangelio del Domingo 18 de octubre del 2009

Texto del Evangelio: Marcos 10, 35-45





Una frase para recordar:
Jesús no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

Preguntas para reflexionar:
En mi vida cotidiana ¿busco ser servido o servir a mis hermanos? ¿por qué creo que los demás deben servirme a mi? ¿Qué motivaciones tengo para ser servicial con los demás?

Orar durante el día:
Bendito sea Jesús que dio toda su vida por nosotros.

Transformar la realidad:
Buscaré realizar un gesto de servicio cada día de esta semana.

lunes, 12 de octubre de 2009

Jesus da sentido a mi vida

“El juego como instrumento en la educación e intervención social”

Falta una semana para comenzar el:
Seminario Universitario abierto a la comunidad

Universidad Nacional de La Matanza y
Tiempo de Juego ofrecen conjuntamente:

“El juego como instrumento en la educación e intervención social”

Seminario teórico práctico para aprender a diseñar y coordinar espacios de juegos facilitadores de proyectos socioeducativos o de intervención social reparadora.
Introducción
Es el juego una conducta humana estudiada desde la disciplina lúdica, la que ofrece una oportunidad efectiva y eficiente, para facilitar la gestión de diversos emprendimientos sociales tendientes a mejorar la calidad de vida del ser humano. Lo anterior entendido desde lo educativo, preventivo y asistencial.
El juego produce desde su realización espontánea y natural en el ser humano, condiciones esenciales para el normal desarrollo del niño. También el juego, sistemáticamente diseñado para todas las edades, produce condiciones facilitadoras para el mejor aprovechamiento de las acciones educativas, intervenciones preventivas de problemáticas sociales, tareas asistenciales - reparatorias cuando los problemas ya se han instalado, etc.
Este seminario, se ha concebido para brindar a los interesados, los elementos de sistematización en función de lograr una formidable herramienta para sus respetivos trabajos profesionales, operativos o voluntarios. Esta “formidable herramienta”, es el juego sistemáticamente diseñado.
Objetivo del seminario
Capacitar en forma breve y simple, sobre un método de diseño lúdico de procesos educativos y de intervención social
Criterios pedagógicos
Clases con el sentido de la práctica lúdica a la teoría explicativa de la anterior.
En cada clase se jugará todo lo que sea explicado teóricamente. La acción lúdica será privilegiada sobre otras técnicas didácticas, sin excluir a estas últimas (explicaciones teóricas, grupos de reflexión, tutorías de trabajos prácticos, medios audiovisuales electrónicos, lectura bibliográfica, etc.)
Relación de la práctica y teoría lúdica aportada con las realidades laborales y sociales de los asistentes al seminario.
Utilización de bibliografía teórico - práctica , fácil de conseguir y pertinente para la realidad social de los asistentes al seminario.
Realización de un proyecto de sistematización lúdica, que sirva efectivamente para las tareas profesionales, operativas o voluntarias de los asistentes al seminario.

Programa

Módulo 1: ¿Qué se entiende por juego desde diversas concepciones? Relación de lo lúdico con la realidad social y/o institucional de las personas asistentes al seminario. Cualidades del juego. Tipologías lúdicas. El juego temático.

Módulo 2: Método socioeducativo con facilitación lúdica. Secuencia básica de juegos. Variables de diseño lúdico temático. Relación entre diseño lúdico temático, contexto social y cuestiones sociales.

Módulo 3: Intervención social preventiva y reparadora facilitada por lo lúdico. Intervención lúdica en instituciones, comunidades y grupos. Juego temático y autoridades institucionales y comunitarias. Casos especiales: la escuela, el hospital, el vecindario, el municipio, etc.

Módulo 4: La Filosofía y el juego temático. La utilización bibliográfica especializada. Fuentes de técnicas lúdicas. Biografía lúdica. Transformación de técnicas lúdicas. Sinergía lúdica.

Módulo 5: Facilitación y coordinación de grupos en actividades lúdicas temáticas. Técnicas básicas de facilitación lúdica. Cualidades y destrezas a lograr por el facilitador lúdico Organización lúdica. Administración de materiales, complementación de la tarea del facilitador.

Módulo 6: La juegoteca. El material de descarte como juguete y juego. Los juegos didácticos, de tablero, para espacios reducidos, para movilidades limitadas y capacidades diversas, para edades diferentes accionado integradamente, para grupos muy numerosos. .Jugar con la música, la plástica, las ciencias, la literatura, etc.

Módulo 7: Evaluación

Inicio: 14 de octubre
Días y horarios: dìas miércoles de 18 a 21 hs.
Informes e Inscripción:
Sede San justo: Oficina de Atención al Público (frente al aula 5)
de lunes a viernes de 10 a 18.30 hs. F. Varela 1903. San Justo - 4651-3035 //
4480-8900 (int. 8823)
www.unlam.edu.ar
extension@unlam.edu.ar
Se entregan certificados de la Universidad nacional de La Matanza. Actividad Arancelada

sábado, 10 de octubre de 2009

La vida nueva Jesús de Nazaret



1.Jesús no es un hombre disperso, atraído por diferentes intereses, sino una persona profundamente unificada en torno a una experiencia nuclear: Dios, el Padre bueno de todos. Es él quien unifica su intensa actividad, inspira su mensaje y polariza todas sus energías. Hay algo que se percibe enseguida. Para Jesús, Dios no es una teoría, sino una experiencia. Nunca propone una doctrina sobre Dios. Nunca se le ve explicando su idea de Dios. Para Jesús, Dios es una presencia cercana y amistosa que transforma todo su ser y le hace vivir buscando una vida más digna, amable y dichosa para todos, empezando por los últimos. Jesús no pretende en ningún momento sustituir la doctrina tradicional de Dios por otra nueva. Su Dios es el Dios de Israel: el único Señor, creador de los cielos y de la tierra, el salvador de su pueblo querido. Nunca discute Jesús con ningún sector judío sobre Dios. Todos creen en el mismo Dios. La diferencia está en que los dirigentes religiosos del pueblo asocian a Dios con su sistema religioso y no tanto con la vida y la felicidad de la gente. Lo primero y más importante para ellos es dar gloria a Dios observando la ley, respetando el sábado y asegurando el culto del templo. Jesús, por el contrario, asocia a Dios con la vida: lo primero y más importante para él es que los hijos e hijas de Dios gocen de una vida digna y justa. Esto es lo nuevo. Jesús implica a Dios no con la religión, sino con la vida. Lo más importante para Dios es la vida de las personas, no la religión. Los sectores más religiosos de Israel se sienten urgidos por Dios a cuidar la religión del templo y la observancia de la ley. Jesús, por el contrario, se siente enviado por Dios a promover su justicia y su misericordia. A Jesús el Espíritu de Dios lo impulsa a introducir en el mundo la «Buena Noticia» para los pobres, «liberación» para los cautivos, «luz» a los ciegos, «libertad» a los oprimidos, «gracia» a los desgraciados (Lc.4). La espiritualidad cristiana empuja, antes que nada, a promover una vida más digna, más sana, más dichosa. Es lo que más agrada a Dios. Por eso, el centro de la vida de Jesús no lo ocupa Dios propiamente, sino el «reino de Dios». Jesús no separa nunca a Dios de su reino. No puede pensar en Dios sin pensar en su proyecto de trasformar el mundo. No invita a la gente a buscar a Dios simplemente, sino a «buscar el reino de Dios y su justicia». No llama a «convertirse» a Dios sin más, sino que pide a todos a «entrar» en el reino de Dios. Jesús no contempla a Dios encerrado en su propio mundo, aislado de los problemas de la gente; lo siente comprometido por un mundo más humano. Lo vive como la presencia buena de un Padre que se está introduciendo en el mundo para humanizar la vida. Por eso, para Jesús, el lugar privilegiado para vivir a Dios no es el culto, ni tampoco el desierto, sino allí donde se va haciendo realidad su reino de justicia.

2.Las fuentes cristianas coinciden en afirmar que la actividad profética de Jesús comenzó a partir de una intensa experiencia de Dios. Con ocasión de su bautismo en el Jordán, Jesús tiene una vivencia que trasforma decisivamente su vida. No se queda por mucho tiempo junto al Bautista. Tampoco se vuelve a su trabajo de artesano en la aldea de Nazaret. Movido por un impulso interior incontenible, comienza a recorrer los caminos de Galilea anunciando a todos la llegada del «reino de Dios». ¿Quién es este Dios que se adueña de Jesús y lo pone totalmente al servicio de su proyecto del reino? En el relato más antiguo leemos así: «En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. Y se oyó una voz que venía del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”» . Nada puede expresar mejor lo vivido por Jesús que esas palabras insondables: «Tú eres mi hijo querido». Todo es diferente a lo vivido por Moisés en el monte Horeb, cuando se acerca tembloroso a la zarza ardiendo. Dios no dice a Jesús: «Yo soy el que soy», sino «Tú eres mi hijo». No se muestra como Misterio inefable, sino como un Padre cercano. «Tú eres mío, eres mi hijo. Tu ser entero está brotando de mí. Yo soy tu Padre». El relato subraya el carácter gozoso y entrañable de esta revelación: «Eres mi hijo querido, en ti me complazco. Te quiero entrañablemente. Me llena de gozo que seas mi hijo. Me siento feliz». Jesús responderá con una sola palabra: «Abbá». En adelante, no lo llamará con otro nombre cuando se comunique con él. A Jesús le sale de dentro llamarle a Dios «Padre». Sin duda, lo más original es que, al dirigirse a Dios, lo invoca con esa expresión desacostumbrada: «Abbá». Una expresión que, dentro de las familias judías evocaba el cariño, la intimidad y la confianza del niño pequeño con su padre . Jesús le vive a Dios como alguien tan cercano, bueno y entrañable que, al dialogar con él, le viene espontáneamente a los labios esta palabra: «Abbá, Padre querido». No encuentra una expresión más honda. Esta costumbre de Jesús provocó tal impacto que todavía años más tarde, en las comunidades de habla griega, dejaban sin traducir el termino «Abbá» en arameo, como eco de la experiencia personal vivida por Jesús .
Esta costumbre de Jesús arroja una luz muy grande sobre su vida, pues nos descubre sus dos actitudes fundamentales ante Dios: confianza total y disponibilidad incondicional. La vida entera de Jesús transpira esta confianza. Jesús vive abandonándose a Dios. Todo lo hace animado por esa actitud genuina, pura, espontánea de confianza en su Padre. Busca su voluntad sin recelos, cálculos ni estrategias. No se apoya en la religión del templo ni en la doctrina de los maestros; su fuerza y seguridad no provienen de las escrituras ni de las tradiciones de Israel. Nacen de su Padre. Esta confianza hace de él un profeta libre de tradiciones, costumbres o modelos rígidos de actuación. Su fidelidad al Padre le hace vivir de manera creativa, innovadora y audaz. Su fe en Dios es absoluta. Por eso le apena tanto la «fe pequeña» de sus seguidores. Esta confianza genera en Jesús una docilidad incondicional ante su Padre. Sólo busca cumplir su voluntad. Es lo primero para él. Y esa voluntad de Dios no es ningún misterio: es una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos. Nada ni nadie le apartará de ese camino. Como hijo bueno, busca ser la alegría de su Padre; como hijo fiel, vive identificándose con él e imitando siempre su modo de actuar. Ésta es la motivación secreta que lo alienta siempre, incluso en el momento terrible de aceptar su crucifixión.

3.Para adentrarnos más en la vida de Jesús, debemos profundizar en su experiencia de Dios. Sólo señalaré tres rasgos básicos. Jesús vive seducido por la bondad de Dios. Dios es bueno. Jesús capta su misterio insondable como un misterio de bondad. Dios es una Presencia buena que bendice la vida. La solicitud amorosa del Padre es casi siempre misteriosa y velada, pero está siempre presente envolviendo la existencia de toda criatura. Jesús lo percibe alimentando los pájaros del cielo y cuidando los lirios del campo. Esta experiencia es decisiva. Lo que define a Dios no es su poder, como entre las divinidades paganas del imperio; tampoco su sabiduría como en algunas corrientes filosóficas de Grecia. La realidad insondable de Dios, lo que no podemos pensar ni imaginar de su misterio, Jesús lo capta como bondad y compasión. Dios es bueno con todos sus hijos e hijas. Lo importante para él son las personas; mucho más que los sacrificios del templo o el cumplimiento del sábado. Dios sólo quiere su bien. Nada ha de ser utilizado contra las personas y, menos aún, la religión. Este Padre bueno es un Dios cercano. Su bondad lo envuelve todo, está ya irrumpiendo en la vida bajo forma de misericordia. Jesús vive esta cercanía de Dios con asombrosa sencillez y espontaneidad. En nombre de este Dios bendice a los niños, cura a los enfermos, acoge a los pecadores y ofrece gratis su perdón. Todo esto es pequeño e insignificante, como un grano de trigo sembrado bajo tierra, que pasa desapercibido pero que pronto se manifestará en espléndida cosecha. Así es la bondad de Dios: ahora está escondida bajo la realidad compleja de la vida, pero un día acabará triunfando sobre el mal. Hoy todo está entremezclado, todo está en camino, inacabado. La bondad de Dios sólo reina donde sus hijos e hijas la acogen y comunican, pero un día se manifestará en toda su plenitud. Para Jesús, todo esto no es teoría. Dios es cercano y accesible a todos. Cualquiera puede tener con él una relación directa e inmediata desde lo secreto de su corazón. Él habla a cada uno sin pronunciar palabras humanas. Él atrae a todos hacia lo bueno. Hasta los más pequeños pueden descubrir su misterio. No son necesarias mediaciones rituales ni liturgias complicadas como las del templo para encontrarse con él. Dios no está atado a ningún templo ni lugar sagrado. No es propiedad de los sacerdotes de Jerusalén ni de los maestros de la ley. Desde cualquier lugar es posible elevar los ojos al Padre del cielo. Jesús invita a vivir confiando en el misterio de un Dios bueno y cercano: «Cuando oréis, decid: ¡Padre!» . Este Dios cercano busca a las personas allí donde están, incluso aunque se encuentren «perdidas», lejos de la Alianza de Dios. Nadie es insignificante para él. A nadie da por perdido. Nadie vive olvidado por este Dios . Él es de todos, «hace salir su sol sobre buenos y malos. Manda la lluvia sobre justos e injustos». El sol y la lluvia son de todos. Nadie puede apropiarse de ellos. No tienen dueño. Dios los ofrece a todos como un regalo, rompiendo nuestra tendencia moralista a discriminar a quienes nos parecen malos. Dios no es propiedad de los buenos; su amor está abierto también a los malos. Esta fe de Jesús en la bondad universal de Dios no dejaba de sorprender. Durante siglos se había escuchado algo muy diferente en aquel pueblo. Se habla con frecuencia del amor y la ternura de Dios, pero es un amor que hay que merecerlo. Así dice un conocido salmo: «Como un padre siente ternura hacia sus hijos, así siente el Señor ternura», pero ¿hacia quiénes? Sólo hacia «aquellos que le temen» . Jesús impulsa una espiritualidad que supera el espíritu de no pocos salmos, pues está alimentada por la fe en un Dios bueno con todos. Muchas veces habló Jesús de Dios como Padre bueno, pero nunca lo hizo con la maestría seductora con que describe en una parábola a un padre acogiendo a su hijo perdido . Dios, el Padre bueno, no es como un patriarca autoritario, preocupado sólo de su honor, controlador implacable de su familia. Es como un padre cercano que no piensa en su herencia, respeta las decisiones de sus hijos y les permite seguir libremente su camino. A este Dios siempre se puede volver sin temor alguno. Cuando el padre ve llegar a su hijo hambriento y humillado, corre a su encuentro, lo abraza y besa efusivamente como una madre, y grita a todo el mundo su alegría. Interrumpe la confesión del hijo para ahorrarle más humillaciones; no necesita que haga nada para acogerlo tal como es. No le impone castigo alguno; no le plantea ninguna condición para aceptarlo de nuevo en casa; no le exige un ritual de purificación. No parece sentir necesidad de expresarle su perdón; sencillamente, lo ama desde siempre y sólo busca su felicidad. Le regala la dignidad de hijo: el anillo de casa y el mejor vestido. Ofrece al pueblo fiesta, banquete, música y baile. El hijo ha de conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que ha vivido entre prostitutas paganas. Éste no es el Dios vigilante de la ley, atento a las ofensas de sus hijos, que hace pagar a cada uno su merecido y no concede el perdón si antes no se han cumplido escrupulosamente unas condiciones. Éste es el Dios del perdón y de la vida; no hemos de humillarnos o autodegradarnos en su presencia. Al hijo no se le exige nada. Sólo creer en el Padre. Cuando Dios es captado como poder absoluto que gobierna y se impone por la fuerza de su ley, emerge una espiritualidad regida por el rigor, los méritos y los castigos. Cuando Dios es experimentado como bueno, cercano y compasivo con todos, nace una espiritualidad fundada en la confianza, el gozo y la acción de gracias. Dios no aterra por su poder y su grandeza, seduce por su bondad y cercanía. Lo decía Jesús de mil maneras a los enfermos, desgraciados, indeseables y pecadores: Dios es para los que tienen necesidad de que sea bueno.

4.En el Jordán, Jesús no vive sólo la experiencia de ser hijo querido por Dios. Al mismo tiempo, se siente lleno de su Espíritu. Según el relato, del cielo abierto, «el Espíritu desciende sobre él». El Espíritu de Dios, que crea y sostiene la vida, que cura y da aliento a todo viviente, que lo renueva y transforma todo, viene a llenar a Jesús de su fuerza vivificadora. Jesús lo experimenta como Espíritu de gracia y de vida. Se siente lleno del Espíritu del Padre, no para condenar y destruir, sino para curar, liberar de «espíritus malignos» y dar vida. Toda la espiritualidad de Jesús está orientada a introducir vida en el mundo. El Espíritu de Dios lo conduce a curar, liberar, potenciar y mejorar la vida. El evangelio de Juan lo resume poniendo en boca de Jesús estas palabras inolvidables: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» . Este rasgo es decisivo para captar la espiritualidad de Jesús. El Espíritu que Jesús lleva dentro le hace vivir a Dios como un Dios del cambio. Dios es una poderosa fuerza de transformación. Su presencia es siempre estimulante, incitadora, provocativa, interpeladora: atrae hacia la conversión. Dios no es una fuerza conservadora, sino una llamada al cambio: «El reino de Dios está cerca; cambiad de manera de pensar y de actuar, y creed en esta buena noticia» . Cuando se le acoge a Dios, ya no es posible permanecer pasivos. Dios tiene un gran proyecto. Hay que construir una tierra nueva, tal como la quiere él. Hemos de orientarlo todo hacia una vida más humana, empezando por aquellos para los que la vida no es vida. A los que lloran, Dios los quiere ver riendo y a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Quiere que las cosas cambien para que todos puedan vivir mejor. Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir cambiando la vida, haciéndola mejor y más humana, como la quiere Dios. Si algo desea el ser humano es vivir y vivir bien. No sólo después de la muerte, sino también ahora. Y si algo busca Dios es que ese deseo se haga realidad. Cuanto mejor viva la gente, mejor se realiza el reino de Dios. A Dios no le interesa solo la salvación eterna. Le interesa el bienestar, la salud de las personas, la convivencia, la paz, la familia, el disfrute diario de la vida. Y, cuando todo esto es impedido por el mal, fracasa por nuestro pecado o queda a medias, interrumpido por la muerte, Dios sigue buscando el cumplimiento pleno de sus hijos e hijas en la vida eterna. Así dice Dios en el libro del Apocalípsis: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente del agua de la vida» . ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios nuestro anhelo de vida. Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir buscando siempre lo que lleva a las personas a saciar su anhelo de vida verdadera. Este Dios que quiere la vida, está siempre del lado de las personas y en contra del mal, el sufrimiento y la muerte. Jesús le vive a Dios como una fuerza que sólo quiere el bien, que se opone a todo lo que hace daño al ser humano y que, por lo tanto, quiere liberar la vida del mal. Así lo experimenta y así lo comunica Jesús a través de toda su vida. Por eso, Jesús no hace sino luchar contra los ídolos que se oponen a este Dios de la vida y son divinidades de muerte. Ídolos como el Dinero o el Poder, que deshumanizan a quien les rinde culto, y que exigen víctimas para subsistir. La defensa de la vida le lleva directamente a denunciar y luchar contra lo que trae muerte y deshumanización: «No podéis servir a Dios y al Dinero» . «Dad al César lo que es del César, pero a Dios lo que es de Dios» . Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir luchando de manera concreta contra ídolos, poderes, sistemas, estructuras o movimientos que hacen daño, deshumanizan el mundo e introducen muerte. Jesús le vive a Dios como fuerza curadora. A Dios le interesa la salud de sus hijos e hijas. Se opone a todo lo que disminuye o destruye la integridad de las personas. Movido por su Espíritu, Jesús se dedica a curar. El sufrimiento, la enfermedad o la desgracia no son expresión de la voluntad de Dios. No son castigos, pruebas o purificaciones que Dios va enviando a sus hijos. Es impensable encontrar en Jesús un lenguaje de esta naturaleza o una espiritualidad alimentada de esta manera de ver las cosas. Cuando se acerca a los enfermos, no es para ofrecerles una visión piadosa de su desgracia, sino para potenciar su vida. Aquellos ciegos, sordos, cojos, leprosos o poseídos pertenecen al mundo de los que no pueden disfrutar la vida como los demás. Jesús se acerca a ellos para despertar su fe y para lograr en la medida de lo posible su curación. Jesús los quiere ver caminar, hablar, ver, sentir, ser dueños de su mente y de su corazón. Estos cuerpos curados contienen un mensaje para todos: «Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que está llegando a vosotros el reino de Dios» . Cuando el Espíritu de Dios está vivo y operante en una persona, esa persona vive de alguna manera curando a los demás del mal que los puede esclavizar. Éste fue el recuerdo que quedó de Jesús: «Ungido por Dios con el Espíritu Santo y con poder, pasó la vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» . Vivir la espiritualidad de Jesús, impregnados como él por el Espíritu del Dios de la vida, es pasar la vida «haciendo el bien», curando a los oprimidos, deprimidos o reprimidos. Quien vive del Espíritu de Jesús es curador. Impulsado por el Espíritu de Dios, Jesús vive defendiendo a los pobres. Dios es de los pequeños e indefensos, de los frágiles y desvalidos. Por eso, Jesús felicita a los pobres, bendice a los niños e impone sus manos sobre los enfermos. Son gestos que expresan su deseo de envolver a los indefensos con la fuerza protectora del Espíritu de Dios. Ese Espíritu conduce a Jesús a solidarizarse con los últimos, nunca con los intereses de los primeros. Los poderosos están creando una barrera cada vez mayor entre ellos y los débiles: son el gran obstáculo que impide una convivencia más justa y digna en el mundo. La riqueza de los poderosos no es signo de la bendición de Dios, pues está creciendo a costa del sufrimiento y de la muerte de los más débiles. Toda la vida de Jesús se convierte en un grito: «Los últimos serán los primeros». Quien vive la vida de Jesús termina alineándose con los débiles y defendiendo a los indefensos. De alguna manera, su espiritualidad lo conduce a vivir sugiriendo, susurrando o gritando que para Dios, «los últimos son los primeros». El Espíritu de Dios conduce a Jesús a acoger a los excluidos. No puede ser de otra manera. Su experiencia de Dios es la de un Padre que tiene en su corazón un proyecto integrador donde no haya privilegiados que desprecian a indeseables, santos que condenan a pecadores, puros que se separan de impuros, varones que someten a mujeres, fuertes que abusan de débiles, adultos que dominan a niños. Dios no bendice la exclusión ni la discriminación, sino la igualdad y la comunión fraterna y solidaria. Dios no separa ni excomulga, sino que abraza y acoge. Por eso, Jesús acoge a las mujeres, se acerca a los impuros, toca a los leprosos y promueve una «mesa abierta» a pecadores, indeseables y excluidos, como símbolo de la comunidad fraterna que quiere Dios. La espiritualidad de Jesús es una espiritualidad de comunión, no de separación y exclusión. Quien vive de su Espíritu crea igualdad, fraternidad, acogida, apertura. Es un error construir la comunión excomulgando a los indignos. No responde al Espíritu de Jesús. Lleno de Espíritu de Dios, Jesús se atreve a desenmascarar los mecanismos de una religión y de una espiritualidad que no estén al servicio de la vida. Cuando una religión hace daño, no promueve la vida y hunde a las personas en la desesperanza, queda vacía de autoridad, pues no proviene del Dios de la vida. No hay leyes de Dios intangibles si de hecho hieren a las personas ya de suyo tan vulnerables. La actuación de Jesús es firme y clara respecto a la ley sagrada del sábado: no se puede dejar a alguien sin curar, porque así lo pide la supuesta observancia del culto. Para el Dios de la vida, ¿no será precisamente el sábado el mejor día para restaurar la salud y liberar del sufrimiento? La posición de Jesús quedó grabada para siempre en una sentencia suya inolvidable: «Dios creó el sábado por amor al hombre y no al hombre por amor al sábado» . Movido por este Dios de la vida, Jesús se acerca a los olvidados por la religión. Su verdadera voluntad no puede quedar acaparada por una casta de piadosos o por una clase sacerdotal de controladores de la religión. Dios no da a nadie poder religioso sobre los demás, sino fuerza y autoridad para hacer el bien. Con ese Espíritu actúa siempre Jesús: no con poder autoritario e imposición, sino con fuerza curadora. Jesús libera de miedos generados por la religión, no los introduce; hace crecer la libertad, no las servidumbres; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta el amor, no el resentimiento. Quien vive de su Espíritu, sigue sus pasos.

Lectionautas

DOMINGO XVIII TIEMPO ORDINARIO CICLO B


ALGO NOS FALTA

El cambio fundamental al que nos llama Jesús es muy claro. Decidirse a dejar de ser un hombre egoísta que ve a los demás en función de sus propios intereses para atreverse a iniciar una vida fraterna en la que uno se ve a sí mismo en función de los demás.

Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en sus propias riquezas, le falta algo esencial para ser su discípulo: compartir lo que tiene con los desposeídos.

Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos.

Si nosotros pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo veía Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad.

El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

El hombre más logrado no es, como se piensa, aquél que consigue acumular mayor cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraternal.

Por eso, cuando un hombre renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

Y aunque viva observando fielmente unas normas de conducta ética, al encontrarse con el evangelio, descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría. Y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

Los cristianos somos capaces de instalarnos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin despertar ningún cambio fundamental en nuestra vida.

Hemos convertido nuestro cristianismo en algo poco exigente. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

Ante el evangelio, hemos de preguntarnos sinceramente si nuestra manera de vivir, de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca sólo acumular. Si no sabemos dar lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.



UN VACÍO EXTRAÑO



Vivimos en la «cultura del tener». Esto es lo que se afirma de diversas maneras en casi todos los estudios que analizan la sociedad occidental. Poco a poco el estilo de vida del hombre contemporáneo se va orientando hacia el tener, acaparar y poseer. Para muchos es la única tarea rentable y sensata. Todo lo demás viene después.

Ciertamente ganar dinero, poder comprar cosas y poseer toda clase de bienes produce bienestar. La persona se siente más segura, más importante, con mayor poder y prestigio. Pero cuando la vida se orienta sólo en la dirección del acaparar siempre más y más, la persona puede terminar arruinando su ser.

El tener no basta, no sostiene al individuo, no le hace crecer. Sin darse cuenta, la persona va introduciendo cada vez más necesidades artificiales en su vida. Poco a poco va olvidando lo esencial. Se rodea de objetos, pero se incapacita para la relación viva con las personas. Se preocupa de muchas cosas pero no cuida lo importante. Pretende responder a sus deseos más hondos satisfaciendo necesidades periféricas. Vive en el bienestar pero no se siente bien.

Éste es precisamente uno de los fenómenos más paradójicos en la sociedad actual: el número de personas «satisfechas» que terminan cayendo en la frustración y el vacío existencial. Desde su amplia y reconocida labor psicoterapeuta, Viktor Frankl ha mostrado la razón última de este «vacío existencial». Cogidas por el bienestar, estas personas olvidan que, para desplegar su ser, el individuo necesita salir de sí mismo, servir a una causa, entregarse, amar a alguien, compartir. Sin esta «auto-trascendencia» no hay verdadera felicidad.

De este vacío no libera ni la religión cuando también ella se convierte en objeto de consumo. La persona «tiene» entonces una religión, pero su corazón está lejos de Dios; posee un catálogo de verdades que confiesa con los labios pero no se abre a la verdad de Dios. Trata de acumular méritos pero no crece en capacidad de amar.

Es significativa la escena evangélica. Un rico se acerca a Jesús. No le pregunta por esta vida pues la tiene asegurada. Lo que quiere es que la religión le asegure la vida eterna. Jesús le habla claro: «Una cosa te falta: liberarte de tus bienes y aprender a compartir con los necesitados».



UN DINERO QUE NO ES NUESTRO



En nuestras iglesias se pide dinero para los necesitados, pero ya apenas expone hoy nadie la doctrina cristiana que sobre el dinero predicaron con fuerza teólogos y predicadores como S. Ambrosio de Tréveris, S. Agustín de Hipona o S. Bernardo de Claraval.

Una pregunta aparece constantemente en sus labios. Si todos somos hermanos y la tierra es un regalo de Dios a toda la humanidad, ¿con qué derecho podemos seguir acaparando lo que no necesitamos, si con ello estamos privando a otros de lo que necesitan para vivir? ¿No hay que afirmar más bien que lo que le sobra al rico pertenece al pobre?

No hemos de olvidar que poseer algo siempre significa excluir de aquello a los demás. Con la «propiedad privada estamos siempre "privando a otros de aquello que nosotros disfrutamos".

Por eso, cuando damos algo nuestro a los pobres, tal vez estamos en realidad, restituyendo lo que no nos corresponde totalmente. Escuchemos estas palabras de S. Ambrosio: «No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común es de todos, no sólo de los ricos... Pagas, pues, una deuda; no das gratuitamente lo que no debes».

Naturalmente, todo esto puede parecer idealismo ingenuo e inútil. Las leyes protegen de manera inflexible la propiedad privada de los grandes potentados aunque dentro de la sociedad haya pobres que viven en la miseria. S. Bernardo reaccionaba así en su tiempo: «Continuamente se citan leyes en nuestros palacios; pero son leyes de Justiniano, no del Señor».

No nos ha de extrañar que Jesús, al encontrarse con un hombre rico que ha cumplido desde niño todos los mandamientos, le diga que todavía le falta una cosa para adoptar una postura auténtica de seguimiento a El: dejar de acaparar y comenzar a compartir lo que tiene con los necesitados.

El rico se alejó de Jesús lleno de tristeza. El dinero lo ha empobrecido, le ha quitado libertad y generosidad. El dinero le impide escuchar la llamada de Dios a una vida más plena y más humana.

«Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios». No es una suerte tener dinero sino un verdadero problema. Pues el dinero nos cierra el paso y nos impide seguir el verdadero camino hacia la vida.

Lectio Divina Dominical

Lectionautas, cada semana preparamos la “Lectio Divina Dominical” previa al domingo siguiente, de esta forma queremos fomentar el seguimiento y trabajo en grupo con este método, con la finalidad de que lleguen preparados a la homilía del domingo y además con mas conocimiento sobre la palabra del Señor.
Puedes obtenerla en audio(mp3) y texto(pdf), para ello solo tienes que ir al botón “download” para poder descargarlos, sino funciona de esta forma, posiciona el mouse sobre “download” y click en el botón derecho, aparecera un menú, ahi busca la opción “guardar como”

La dirección es la siguiente:

Lectio Divina Dominical

lunes, 5 de octubre de 2009

Curso Biblico

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domingo, 4 de octubre de 2009

27 Tiempo ordinario ( B )

ACOGER A LOS PEQUEÑOS

El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer, era una creencia popular.

Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.

Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.

Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.

La razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.

El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.

El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde éstos se convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.



Piensa en los pequeños. Pásalo.