martes, 30 de junio de 2009

Vos ¿qué podes hacer?

Recomendaciones contra la Gripe

lunes, 29 de junio de 2009

Urgente

El juez Alfredo Ramos de Chilecito, La Rioja, aplicó el artículo 194 del Código Penal para encarcelar a Carina Díaz Moreno, una de las tantas militantes de la Asamblea de Famatina que recibieran feroz represión en Peñas Negras, sitio emblemático de un pueblo movilizado que impide el tránsito de los equipos de perforación de la transnacional minera Barrick Gold, resistencia que cuenta con una barrera ubicada a 2000 metros de altura, merced a un movimiento social perseverante formado mayormente por mujeres docentes. Los asambleístas que denunciaron al grupo represor -que nuca fue indagado por la justicia- son en cambio procesados por el Dr. Alfredo Ramos, Juzgado Nº1 de Chilecito quien dictó prisión preventiva para la imputada Carina Díaz Moreno, “por agresión a funcionarios”. La militante famatinense se halla detenida en estos momentos en la comisaría de Chilecito donde el abogado de oficio, Oscar Salcedo, exige su inmediata excarcelación.

La Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) moviliza a sus asambleas de todo el país para gestar acciones concretas que permitan la liberación de la compañera al mismo tiempo que denuncia la violencia ejercida por funcionarios y jueces al servicio de corporaciones mineras transnacionales, gestoras de sobornos y de la corrupción gobernante.

*Javier Rodríguez Pardo (MACH-RENACE) Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)*

*Contactos para mayor información:*

*Carina Díaz Moreno 0382515660017*

*Abogado de Oficio Dr. Oscar salcedo: 03825 15405792*

*Juzgado Nº1 Chilecito – La Rioja, Dr. Alfredo Ramos, 03825- 422720*

Javier Rodríguez Pardo
Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)
Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)
Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)
Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)

Famatina no se toca 3

Famatina no se toca 2

Famatina no se toca 1

domingo, 28 de junio de 2009

Videos recomendados: La próxima estación

En defensa de las democracias latinoamericanas

viernes, 26 de junio de 2009

Comentario biblico dominical




DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO CICLO B
HOMILÍAS JOSÉ ANTONIO PAGOLA

No temas; basta que tengas fe
Mc 5,21-43


NUESTRA INJUSTICIA CON LAS MUJERES

Jesús adoptó ante las mujeres una postura tan sorprendente que desconcertó, incluso, a sus mismos discípulos.
En aquella sociedad judía donde el varón daba gracias a Dios cada día por no haber nacido mujer, no era fácil entender la nueva postura de Jesús, acogiendo sin discriminaciones a hombres y mujeres en la nueva comunidad.
Si algo se desprende con claridad de actitud es que, para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal, sin que la mujer tenga que ser objeto del dominio del varón.
Sin embargo, los cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que se siguen de la actitud del Maestro. R. Laurentin ha llegado a decir que se trata de «una revolución ignorada» por la Iglesia.
Por lo general, los varones seguimos sospechando de todo movimiento feminista y reaccionamos secretamente contra cualquier planteamiento que pueda poner en peligro nuestra situación privilegiada sobre la mujer.
En tina Iglesia, dirigida por varones, no hemos sido capaces de descubrir todo el pecado que se encierra en el dominio que los hombres ejercemos, de muchas maneras, sobre las mujeres. Y lo cierto es que apenas se escuchan desde el interior de la Iglesia voces que, en nombre de Cristo, urjan a los varones a una profunda conversión.
Para justificar nuestra supremacía masculina hemos ido consolidando un presupuesto secreto pero enormemente eficaz: «los varones son los únicos que realmente importan, mientras que las mujeres existen únicamente por referencia a ellos» (M. French ).
Los creyentes hemos de tomar conciencia de que el actual dominio de los varones sobre las mujeres no es «algo natural», sino una estructura y un comportamiento profundamente viciados por el egoísmo y la imposición injusta de nuestro poder.
¿Es posible superar este dominio masculino? La revolución urgida por Jesús no se realiza despertando la agresividad mutua ni promoviendo entre los sexos una guerra que acarrearía nuevos riesgos para nuestra supervivencia humana. Jesús llama a «una revolución de las conciencias» que nos haga vivir de otra manera las relaciones que nos unen a unos con otros.
Las diferencias ente los sexos, además de su función en el origen de una nueva vida, han de ser encaminadas hacia la cooperación, el apoyo y el crecimiento mutuos.
Los varones hemos de escuchar con mucha más lucidez y sinceridad la interpelación de aquel de quien, según el relato evangélico, «salió fuerza» para curar a la mujer.

UN PROBLEMA NO SUPERADO
La cultura moderna ha divulgado un modo diferente de mirar la muerte. El morir ya no interesa como hecho trascendente, ni como destino misterioso del ser humano. Se trata sencillamente de la interrupción de un proceso biológico, un "fenómeno natural" que hemos de aceptar como algo normal y ordinario. Pero, a decir verdad, nadie siente la propia muerte como algo natural, sino como un final absurdo e inhumano.
Por otra parte, se esperaba que el progreso y el bienestar generalizado harían olvidar poco a poco el "pequeño problema de la muerte", pero los hombres y mujeres de hoy siguen sintiendo la misma rabia e impotencia de siempre, cuando presienten cercano su final: "¿Esto era todo? ¿Por qué tengo que morir ahora?".
Por eso, no es extraño leer hoy afirmaciones como la del teólogo alemán Heinz Zahrnt en su último estudio: "El problema de la muerte y de lo que viene después de la muerte no es un problema superado. Está ahí tan vivo como siempre e, incluso, suscita un interés renovado".
De hecho, se leen con avidez las experiencias vividas por individuos "vueltos a la vida", que pretenden decirnos lo que sucede en la muerte. Las gentes acuden cada vez más a recibir "mensajes del más allá" a través de personas mediadoras que, se dice, pueden comunicar con las almas de los difuntos. Se ponen de moda diversas formas de "reencarnación" elaboradas a partir de antiguas doctrinas orientales.
Pero la muerte no admite "soluciones de compromiso". Inútil recibir pretendidos "mensajes del más allá" o escuchar relatos de los "reanimados" que, naturalmente, no han experimentado la muerte. Inútil también buscar refugio en teorías reencarnacionistas tan alejadas con frecuencia de su inspiración oriental. Ante la muerte, sólo cabe una alternativa. O el hombre se pierde para siempre, o bien es acogido por Dios para la vida.
La esperanza de los cristianos en la vida eterna tiene como fundamento único la confianza total en la fidelidad de Dios que, como dice Jesús, es "un Dios de vivos y no de muertos". El posee la vida en plenitud. Donde él actúa, se despierta la vida. También en el interior de la muerte.
En el momento de morir yo no podré disponer de mi vida. No podré ya relacionarme con nadie. Nadie podrá hacer nada por mí. No hay apoyos ni garantías de nada. Estaré solo ante la destrucción. O hay un Dios Creador que me saca de la muerte, o todo habrá terminado para siempre.
En ese momento la fe del creyente se hará total. La confianza se convertirá en abandono absoluto en el misterio de Dios. La única manera cristiana de morir es hacer de la muerte el acto final de confianza total en un Dios que me ama sin fin.
Nuestra preocupación hoy no ha de ser satisfacer nuestra curiosidad sobre el más allá, ni alejar nuestros temores recurriendo a teorías prestadas de otras religiones, sino acrecentar nuestra fe en el Dios de la vida.
Hemos de escuchar en toda su hondura las palabras de Jesús al jefe de la sinagoga de Cafarnaum, ante la muerte de su hija: "No temas. Solamente ten fe".

DIOS QUIERE LA VIDA
Niña, levántate Mc 5, 21-43

El ser humano se siente mal ante el misterio de la muerte. Nos da miedo lo desconocido. Nos aterra despedirnos para siempre de nuestros seres queridos para adentramos, en la soledad más absoluta, en un mundo inexplorado en el que no sabemos exactamente qué es lo que nos espera.
Por otra parte, incluso en estos tiempos de indiferencia e incredulidad, la muerte sigue envuelta en una atmósfera religiosa. Ante el final se despierta en no pocos el recuerdo de Dios o las imágenes que cada uno nos hacemos de él. De alguna manera, la muerte desvela nuestra secreta relación con el Creador, bien sea de abandono confiado, de inquietud ante el posible encuentro con su misterio o de rechazo abierto a toda trascendencia.
Es curioso observar que son bastantes los que asocian la muerte con Dios, como si ésta fuera algo ideado por él para asustarnos o para hacernos caer un día en sus manos. Dios sería un personaje siniestro que nos deja en libertad durante unos años, pero que nos espera al final en la oscuridad de esa muerte tan temida.
Sin embargo, la tradición bíblica insiste una y otra vez en que Dios no quiere la muerte. El ser humano, fruto del amor infinito de Dios, no ha sido pensado ni creado para terminar en la nada. La muerte no puede ser el objetivo o la intención última del proyecto de Dios sobre el hombre.
Desde las culturas más primitivas hasta las filosofías más elaboradas sobre la inmortalidad del alma, la humanidad se ha rebelado siempre contra la muerte. El hombre sabe que morir es algo natural dentro del proceso biológico del viviente, pero, al mismo tiempo, intuye más o menos oscuramente que esa muerte no puede ser su último destino.
La esperanza en una vida eterna se fue gestando lentamente en la tradición bíblica no por razones filosóficas o consideraciones sobre la inmortalidad del alma, sino por la confianza total en la fidelidad de Dios. Si esperamos la vida eterna es sólo porque Dios es fiel a sí mismo y fiel a su proyecto. Como dijo Jesús en una frase inolvidable: «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos» (Lucas 20, 38).
Dios quiere la vida del ser humano. Su proyecto va más allá de la muerte biológica. La fe del cristiano, iluminada por la resurrección de Cristo, está bien expresada por el salmista: «No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu amigo conocer la corrupción» (Salmo 16, 10). La actuación de Jesús agarrando con su mano a la joven muerta para rescatarla de la muerte es encarnación y signo visible de la acción de Dios, dispuesto a salvar de la muerte a todo ser humano.

RECUPERAR LA FEMINIDAD
Vete en paz y con salud Mc 5, 21-43
La hemorroisa de la que habla el episodio evangélico es una mujer enferma en las raíces mismas de su feminidad. Aquellas pérdidas de sangre que viene padeciendo desde hace doce años la excluyen de la intimidad y el amor conyugal.
Según las normas del Levítico es impura ante sus propios ojos y ante los demás. Una mujer intocable y frustrada que queda excluida del deseo y el amor del varón.
Su ser más íntimo de mujer está herido. Su sangre se derrama inútilmente. Su vida se desgasta en la esterilidad.
El evangelista la describe como una mujer ignorada y solitaria, avergonzada de sí misma, perdida en el anonimato de la multitud.
La curación de esta mujer se produce cuando Jesús se deja tocar por ella y la mira con amor y ternura desconocida: "Hija... vete en paz y con salud'.
La sicoanalista católica FranÇoise Dolto, al comentar esta curación en su estudio "El evangelio ante el psicoanálisis", señala que "una mujer sólo se sabe y se siente femenina mediante un hombre que cree en ella. Es en los ojos de un hombre, en su actitud, donde una mujer se sabe femenina". Para aquella mujer enferma ese hombre ha sido Jesús.
En nuestra sociedad se despierta poco a poco la sensibilidad colectiva ante la violencia y las agresiones que la mujer padece. Crecen las denuncias, se agiliza el código penal, se abren centros para mujeres maltratadas.
Pero somos todavía poco conscientes del sufrimiento oculto y la tragedia de tantas mujeres frustradas en su ser más íntimo de mujer.
Mujeres perdidas en el anonimato de los hogares y las faenas caseras cuya dedicación y entrega apenas valora nadie.
Mujeres inseguras de sí mismas, atemorizadas por su propio marido, que viven culpabilizándose de sus desaciertos y depresiones porque no encuentran el apoyo y la comprensión que necesitan.
Mujeres vencidas por la soledad, cansadas ya de luchar y sufrir en silencio, que no aman ni son amadas con la ternura que su ser de mujer está pidiendo.
Mujeres desgastadas y afeadas por la dureza de la vida, que descuidan su cuerpo y su feminidad porque hace mucho tiempo que nadie las mira ni las besa con amor.
Mujeres que recuperarían su ser auténtico de mujer si se encontraran con la mirada acogedora y curadora de un esposo o un verdadero amigo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Cursos biblicos 2009

ESCUELA BIBLICA NTRA. SRA. DE SION
CURSOS DEL SEGUNDO CUATRIMESTRE
Todos los lunes, desde el 3 de Agosto hasta el 30 de Noviembre.
• 16,30 a 17.50: Los Salmos en la fe y la tradición del judaísmo; Rabino Mario Hendler.
Un estudio sobre la columna vertebral de la oración común de judíos y cristianos. Leyendo los salmos desde su contexto original y buscando el sentido desde la tradición del judaísmo.

• 16.30 a 17.50: Qué sabemos del Jesús histórico: Lic. José Luis D'Amico.
¿Nació Jesús en Belén? ¿Qué día? ¿Qué predicaba y cómo se preparó para su misión? ¿Realmente reunió a Doce hombres? ¿No había mujeres en su grupo de discípulos?
Muchas preguntas nos dan vueltas a la hora de preguntarnos sobre la vida de Jesús. En la actualidad muchos investigadores se han agolpado a buscar respuestas. Este curso nos acercará a sus conclusiones.

• 18.00 a 19.30: Conflictos, violencia: el perdón como camino hacia la reconciliación, Prof. Beatriz Fernández.
Nuestro corazón está herido o hemos herido a otros. Y nuestra herida clama por ser sanada, como la de nuestros hermanos. ¿Cómo respondemos a este desafío a la luz de la praxis de Jesús y del Evangelio?

• Grupo de estudio
Coordinado por el profesor Sandro Rojas.
En este cuatrimestre el tema será: EL REINO Y EL REINADO DE DIOS.
Todos los lunes, desde el 3 de Agosto hasta el 30 de Noviembre, de 18 a 20 hs.

• Los símbolos bíblicos, Prof. Gloria Ladislao.
Un curso-taller al cual se puede asistir en su totalidad o solamente a las clases que a usted le interesen. Consulte el temario y las fechas para cada tema desde aquí
Todos los lunes, desde el 3 de Agosto hasta el 30 de Noviembre, de 18 a 20 hs.

• Introducción a una lectura de la Biblia, Prof. Sandro Rojas.
Un nuevo modo de leer los textos bíblicos.
Todos los miércoles de Octubre y Noviembre, de 18.00 a 19.30 hs.
Av. Directorio 440 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - informes@sion.org.ar

viernes, 19 de junio de 2009

Comentario biblico dominical

DOMINGO XII TIEMPO ORDINARIO CICLO B
HOMILÍAS JOSÉ ANTONIO PAGOLA

¿Aún no tenéis fe?
Mc 4, 35-40



MIEDO A CREER
¿Por qué sois tan cobardes? Mc 4, 35-41

Los hombres preferimos casi siempre lo fácil, y nos pasamos la vida tratando de eludir todo aquello que exige verdadero riesgo y sacrificio.
Cuántos retroceden y se repliegan cómodamente en la pasividad, cuando descubren las exigencias y luchas que lleva consigo el saber vivir con cierta hondura.
Nos da miedo tomar en serio nuestra vida. Da vértigo asumir la propia existencia con responsabilidad total. Es más fácil «instalarse» y «seguir tirando», sin atreverse a afrontar el sentido último de nuestro vivir diario.
Cuántos hombres y mujeres viven sin saber cómo, por qué ni hacia dónde. Están ahí. La vida sigue cada día. Pero, por el momento, que nadie les moleste. Están ocupados por su trabajo, al atardecer les espera su programa de T. V., las vacaciones están ya próximas. ¿Qué más hay que buscar?
Vivimos en un mundo atormentado, y, de alguna manera hay que defenderse. No se puede vivir a la deriva. Y entonces cada uno se va buscando con mayor o menor esfuerzo el tranquilizante que más le conviene, aunque dentro de nosotros se vaya abriendo un vacío cada vez más inmenso de falta de sentido y de cobardía para vivir nuestra existencia en toda su hondura.
Por eso, los que fácilmente nos llamamos creyentes, deberíamos escuchar con sinceridad total las palabras de Jesús: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».
Quizás nuestro mayor pecado contra la fe, lo que más gravemente bloquea nuestra acogida del evangelio, sea la cobardía. Digámoslo con sinceridad. No nos atrevemos a tomar en serio todo lo que el evangelio significa.
Con frecuencia se trata de una cobardía oculta, casi inconsciente. Alguien ha hablado de la «herejía disfrazada» (M. Bellet) de quienes defienden el cristianismo incluso con agresividad, pero no se abren nunca a las exigencias más fundamentales del evangelio.
Entonces el cristianismo corre el riesgo de convertirse en un tranquilizante más. Un conglomerado de cosas que hay que creer, cosas que hay que practicar y defender. Cosas que «tomadas en su medida», hacen bien y ayudan a vivir.
Pero, entonces todo puede quedar falseado. Uno puede estar viviendo su «propia religión tranquilizante», no muy alejada del paganismo vulgar que se alimenta de confort, dinero y sexo, evitando de mil maneras el «peligro supremo» de encontrarnos con el Dios vivo de Jesús que nos llama a la justicia, la fraternidad y la cercanía a los pobres.


LE IMPORTA
¿No te importa que nos hundamos? Mc 4, 35-40

Hay formas de entender la religión que, aunque estén muy extendidas, son falsas y desfiguran sustancialmente la realidad de Dios y la experiencia religiosa. No son cosas secundarias, sino de fondo.
Veamos un ejemplo. Son bastantes los que se imaginan como dos mundos de intereses. Por una parte, están los intereses de Dios. A él le interesa su gloria, es decir, que las personas crean en él, que lo alaben y que cumplan su voluntad divina. Por otra, están los intereses de los humanos que nos afanamos por vivir lo mejor posible y ser felices.
A Dios, evidentemente, le interesa «lo suyo» y trata de poner al hombre a su servicio. Impone sus diez mandamientos (como podía haber impuesto otros o ninguno) y está atento a cómo le responden los hombres. Si le obedecen los premia, en caso contrario los castiga. Como Señor que es, también concede favores; a unos más que a otros; a veces gratuitamente, a veces a cambio de algo.
Los hombres, por su parte, buscan sus propios intereses y tratan de ponerle a Dios de su parte. Le «piden ayuda» para que les salgan bien las cosas; le «dan gracias» por determinados favores; incluso le «ofrecen sacrificios» y «cumplen promesas» para forzarlo a interesarse por sus asuntos.
En realidad, las cosas son de manera muy diferente. A Dios lo único que le interesa somos nosotros. Nos crea sólo por amor y busca siempre nuestro bien. No hay que convencerlo de nada. De él sólo brota amor hacia el ser humano. No busca contrapartidas. No ama al hombre para obtener de él su reconocimiento. Lo único que le interesa es el bien y la dicha de las personas. Lo que le da verdadera gloria es que los hombres y mujeres vivan en plenitud.
Si quiere que cumplamos esas obligaciones morales que llevamos dentro del corazón por el mero hecho de ser humanos, es porque ese cumplimiento es bueno para nosotros. Dios está siempre contra el mal porque va contra la felicidad del ser humano. No «envía» ni «permite» la desgracia. No está en la enfermedad, sino en el enfermo. No está en el accidente, sino con el accidentado. Está en aquello que contribuye ahora mismo al bien del hombre. Y, a pesar de los fracasos y desgracias inevitables de esta vida finita, está orientándolo todo hacia la salvación definitiva.
En el relato evangélico de Marcos, los discípulos, zarandeados por la tempestad, gritan asustados: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Jesús calma el mar (símbolo del poder del mal) y les dice: «¿Aún no tenéis fe?» Mientras no hemos descubierto que a Dios lo que le importa es que no nos hundamos, ¿qué fe tenemos?

¿POR QUÉ TANTO MIEDO?

La tempestad calmada por Jesús en medio del lago de Galilea siempre ha tenido gran eco entre los cristianos. Ya no es posible conocer su núcleo histórico original. Marcos ha trabajado el relato para invitar a su comunidad, amenazada por la persecución y la hostilidad, a confiar en Jesús.
La escena es sobrecogedora. La barca se encuentra en medio del mar. Comienza a echarse encima la oscuridad de la noche. De pronto, se levanta un fuerte huracán. Las olas rompen contra la barca. El agua lo va llenando todo. El grupo de Jesús está en peligro.
Dentro de la barca, los discípulos están angustiados: en cualquier momento se pueden hundir. Mientras tanto, Jesús «duerme» en la parte trasera, tal vez en el lugar desde el que se marca el rumbo de la embarcación. No se siente amenazado. Su sueño tranquilo indica que en ningún momento ha perdido la paz.
Dice San Pablo que «el amor no lleva las cuentas del mal» (1 Cor 13, 5). Siempre entendemos estas palabras como una exhortación que se nos hace a nosotros. Y pocas veces nos detenemos a pensar que esto se ha de decir, antes que nada, de aquel que es el Amor verdadero. ¡Cuántos cristianos se sorprenderían al escuchar que Dios no lleva cuentas del mal! ¡Qué gozo para muchos descubrir que el amor incondicional de Dios no lleva cuentas de nuestros pecados!
Y sin embargo, es así. El amor perdonador de Dios está siempre ahí, penetrando todo nuestro ser por dentro y por fuera. Incomprensible, insondable, infinito. Sólo amor. Esto no significa que nuestros pecados sean algo banal y sin consecuencias en la construcción de nuestra vida y de nuestro futuro último.
Al contrario, el pecado nos destruye porque nos encierra en nosotros mismos y rompe nuestra vinculación con ese Dios perdonador. No es Dios el que se cierra a nosotros. Somos nosotros los que nos cenamos a su amor.
No es Dios el que tiene que cambiar de actitud. Por su parte, siempre hay perdón. Somos nosotros los que hemos de cambiar para abrirnos a Dios y dejarnos recrear de nuevo por su amor eternamente fiel. El perdón se nos está ofreciendo ya. Somos nosotros los que hemos de acogerlo con fe, gratitud y amor.

lunes, 15 de junio de 2009

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU

Ven Espíritu Santo.
Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir confiando en el amor insondable de Dios nuestro Padre a todos sus hijos e hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.

Ven Espíritu Santo.
Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia. Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se pierda en el mundo su memoria.

Ven Espíritu Santo.
Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.

Ven Espíritu Santo.
Purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones. Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los hombres con más verdad y humildad.

Ven Espíritu Santo.
Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, a las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.

Ven Espíritu Santo.
Haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.


José Antonio Pagola

ECOS DEL DOMINGO: PARA SEGUIR SABOREANDO

El sacramento no es el pan como cosa,sino el gesto de partirlo y repartirlo


No estamos celebrando un sacramento más, sino “el sacramento de nuestra fe”, como dice la liturgia. Esta es la celebración que nos puede llevar más lejos en la comprensión de lo que fue Jesús.

Es imposible meter en el espacio de una homilía la increíble amplitud de significados de este sacramento. A través de los siglos, se han potenciado algunos aspectos y se han minimizado otros. Hoy creo que debemos hacer una nueva valoración de todos ellos. Vamos a fijarnos en dos aspectos que creo debemos cotizar al alza. Y otros dos, que se han exagerado a través del tiempo y que hoy deben ser entendidos de manera más acorde con nuestra sensibilidad.

El primer aspecto que debemos revisar hoy es la presencia real de Cristo en el pan y en el vino. Quede bien claro, que no se trata de negarla. Se trata de explicarla de manera que pueda ser entendida por el hombre de hoy. La creencia en una presencia física y materializada no ayuda, para nada, a entender el sacramento. Si durante siglos no se le dio mayor importancia a esa presencia, no puede ser el aspecto más importante.

La distorsión de la presencia fue el final de un proceso muy largo. Empezó por guardarse algo del pan consagrado para que pudiera participar de la eucaristía el que no había podido asistir. El paso siguiente fue el conservar siempre algo de pan (reserva) para poder ayudar a los que se encontraban en peligro de muerte. Más tarde se vio la necesidad de colocar las especies en recipiente y lugar más digno. Terminó por ponerse en el centro de la iglesia para que fuera adorado. El convertirlo en objeto de devoción y centro de la piedad privada, alejó al pueblo del verdadero valor del sacramento.

Ayudó mucho a este desenfoque la traducción inadecuada de la palabra “cuerpo” de la antropología judía por nuestro “cuerpo”. Para la antropología judía del tiempo de Jesús “cuerpo” no era la carne, sino la persona (capacidad de relaciones con los demás). Pero es que la palabra swma griega, que es la que usan los evangelios, desde Herodoto, también significa la persona entera. La traducción debía ser: esto es mi persona; esto soy yo. Pero bien entendido que “esto” no se refiere a la cosa pan, sino al pan partido y repartido.

También nos ha despistado el haber interpretado el capítulo 6 del evangelio de Juan, como explicación de la eucaristía. En primer lugar dice Jesús: “Yo soy el pan de vida. Quien se acerca a mí nunca pasará hambre y quien me presta adhesión nunca pasará sed”.

No deja la menor duda sobre qué significa comer ese pan. Cuando dice: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva”, está afirmando que asimilar a Jesús, identificarse con él, es poseer la vida definitiva que no tiene fin. Al que hace suya esa Vida, la muerte no le puede afectar.

No hace referencia directa a la eucaristía, sino que nos indica en qué dirección debe ir la misma celebración de la eucaristía. Comer el pan es lo mismo que hacer nuestra la Vida de Jesús, que, un poco más adelante, identifica con la misma Vida de Dios: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”

La eucaristía como sacrificio, es otro aspecto que debemos colocar en su justo lugar. En primer lugar, el modelo judío de sacrificio no puede servir para indicar la actitud de Jesús para con Dios. Va en contra de la predicación y de la actuación de Jesús. El Dios de Jesús no necesita rescate alguno para desplegar su amor. Jesús mismo se desentendió del organigrama sacrificial del templo.

“La muerte por muchos” que aparece en alguno de los relatos, no tiene el sentido de sacrificio expiatorio. Su muerte no es sacrificio, sino modelo de don total a los demás. La argumentación de S. Anselmo, es una estrategia jurídica, que nada tiene que ver con el Dios de Jesús que es amor.

Para mí, el principal aspecto que debíamos recuperar es el de memoria. Para ello debemos acercarnos lo más posible a lo que pasó, desmenuzando los textos. Esta tarea no es nada fácil, porque ninguno de los relatos coincide en la redacción. Este dato sería suficiente para superar todo intento de considerar esas palabras como fórmula mágica.

No sabemos si fue una cena pascual en sentido estricto. No tiene mayor importancia porque el centro de la cena de Jesús con sus discípulos no fue el cordero, sino el pan y el vino. Los textos son simples y todos apuntan a una estructura ya litúrgica.

Aunque es importante saber lo que Jesús hizo, lo más importante es el sentido que él quiso dar a esos gestos y palabras. En esos sencillos signos, está manifestando lo que él es. Jesús se desvinculó del sentido de la Pascua para dar otro sentido a la celebración.

Al decir “esto es mi “cuerpo”, está afirmando lo que él es como persona viva. Al decir “esto es mi “sangre”, está tratando de manifestar lo que es como persona muerta, machacada, “matada”.

Cada una de las fórmulas tienen es sí sentido completo. Esto explica que se le llamara “la fracción del pan”. En algunos relatos, los dos gestos están separados por el tiempo que duraba la misma cena. El reparto del pan se hacía al principio de la cena. La copa se repartía tres veces; y parece que la que Jesús aprovechó para hacer el signo, fue la tercera, que se distribuía al final de la cena.

El otro aspecto que es urgente recuperar en toda su importancia es el de comida comunitaria. Todos los textos hacen hincapié en el aspecto de celebración de la comunidad reunida, siempre en el marco de una comida fraterna. Compartir la mesa era para ellos, compartir la vida, clave para entender el significado profundo de lo que celebramos.

Pablo llega a decir que si hay división entre los ricos y pobres, no es posible celebrar la eucaristía. Si se trata de un sacramento, no puede ser una cosa en sí, sino una acción y además comunitaria.

En aquella cena última se nos afirma que compartir el pan es identificarse con Jesús. Es aceptar su mensaje y su actividad como norma de vida; Vivir en sintonía con él, teniéndole como referente en nuestro quehacer diario.

Beber el vino es, además, identificarse con su sangre, Los judíos siempre que hablan de sangre, hacen referencia a la sangre derramada, es decir, a la muerte. Mientras la sangre no se separa de la carne, es una sola cosa con ella; ambas soportan la vida. Este segundo gesto nos invita a aceptar a un Jesús, que no solo se dio durante su vida, sino que también su muerte fue el don definitivo de sí mismo.

Si se trata de una celebración comunitaria, la que celebra, es la comunidad. El cura puede decir Misa, pero no habrá verdadera eucaristía si no hay, por lo menos dos reunidos en su nombre.

En la última cena no hubo sacerdote sagrado. Jesús era un laico. Ni era sacerdote ni era levita. Era un seglar, que nunca quiso dejar de serlo.

Durante los dos primeros siglos no se planteó el tema de los ministros consagrados. Curiosamente se planteó primero el tema de los diáconos, es decir, los que tenían que llevar a cabo la tarea de atender a los pobres que fue la primera consecuencia de celebrar bien la eucaristía.

Durante varios siglos, las eucaristías no se celebraron en el templo sino en casa. Cualquier lugar es suficientemente digno si los que se reúnen, lo hacen en su nombre. Primero las casas y más tarde las catacumbas y los escondites donde se tenían que refugiar los cristianos, no eran menos dignas que la iglesia, para celebrar la eucaristía.

Como todos los sacramentos, la Eucaristía es consecuencia de la unión de un signo y la realidad significada. Repetimos el signo, es decir las palabras y los gestos que hizo Jesús. Lo significa­do es el AMOR, una realidad trascenden­te que está siempre ahí, ni se crea ni se destruye, ni se hace ni se deshace. Repetimos el signo para hacer presente la realidad significada. Y queremos hacer presente esa realidad, para provocar la vivencia.

El signo no es el pan como cosa, sino el gesto de partirlo y repartirlo. Los signos no son lo más importante, ni siquiera son originales de Jesús. Lo original es el significado que les dio. ‘Haced esto’ lo hemos reducido a un mandato de ir a misa y a lo sumo comulgar, pero Jesús lo que dijo fue: haced lo mismo que yo he hecho, partiros y repartiros, como el pan.


Meditación-contemplación


Esto soy yo, pan que me parto y me reparto.

Esto tenéis que ser vosotros.

Todo el mensaje de Jesús esta aquí.

Todo lo que hay que saber y hay que hacer.

………………



Celebrar la eucaristía no es una devoción.

Su objetivo no es potenciar nuestras relaciones con Dios.

Celebrar la eucaristía es comprometerme con los demás.

Es aprender de Jesús, el camino del verdadero amor.

………………



Si la celebración es compatible con mi egoísmo.

Si sigo desentendiéndome de los que me necesitan,

mis eucaristías no son más que un rito vacío.

El pan que Jesús da nos salvará,

si al comerlo, aprendo a dejarme comer como hizo él.

…………………..



Fray Marcos

ÉTICA Y VOTOS

Una de las cosas que han quedado más claras, después de las últimas elecciones al parlamento europeo, es que los posibles escándalos de corrupción de PP en Madrid no le han impedido ganar los votos que necesitaba para derrotar al PSOE. Y de la misma manera, los supuestos escándalos de corrupción del PSOE en Andalucía tampoco han sido obstáculo para que gane holgadamente.

Por supuesto, no soy tan estúpido como para dictar sentencia en los casos de corrupción en los que se han visto imputados los miembros del PP o del PSOE. En todo caso, y sea lo que sea del veredicto final de la justicia, el hecho es que una notable mayoría de ciudadanos españoles, a la hora de votar, no parece que tenga en cuenta la presunción de honradez o desvergüenza de los políticos a quienes vota.

A la vista de estos hechos (por no hablar, sin ir más lejos, del comportamiento de los italianos con Berlusconi), resulta inevitable hacerse una pregunta: ¿qué criterios éticos son los verdaderamente determinantes de nuestra conducta?

Cada día está más claro que la seguridad económica nos motiva más que la honradez ética. Es más, seguramente se puede afirmar que el dinero (y todo lo que aporta el dinero: bienestar, consumo, seguridad...) importa más que la honradez.

Por eso se comprende que, después de lo que ha caído con la crisis, si somos sinceros, tenemos que reconocer que la aspiración de millones de ciudadanos es salir cuanto antes de esta situación. ¿Para qué? Muy sencillo: al menos, para volver a donde estábamos antes y, si es posible, para salir mejor y más fortalecidos.

O sea, si es cierto (y parece que lo es) que ha sido el capitalismo descontrolado el que nos he metido en este lío espantoso, resulta que lo que más anhelamos ahora mismo es recuperar lo que teníamos, es decir, volver al capitalismo de antes. Eso sí, organizándolo de forma que funcione mejor.

Con tal que podamos disfrutar de todo lo que nos ha aportado la economía de mercado y el capital financiero, no pensamos, ni por un momento, que ha sido precisamente ese sistema económico el que nos ha acarreado sufrir las consecuencias de la conducta desvergonzada de los que han sabido y han podido manejar los hilos del sistema. Pero no importa. Para mucha gente, es tan maravilloso el sistema, que, si es preciso, nos rendimos a los pies de los más corruptos, con tal de que nos devuelvan el bienestar seguro y desbocado en el que hemos vivido desde que nos hicimos ricos.

Y es obligado recordar, una vez más, que el sistema que tanto nos gusta y que tanto anhelamos, es el sistema que premia a un número cada vez más reducido de ciudadanos del mundo. A sabiendas que el número de los satisfechos es cada día menor, precisamente porque el número de los hambrientos y excluidos de las ventajas del sistema es cada día mayor. Para que los países ricos vivan cada día mejor, eso se consigue a costa de los que demás vivan cada día peor.

Sin necesidad de recordar, una vez más las estadísticas de la opulencia y el hambre, que todos conocemos, con lo dicho basta para volver, con temor y temblor, a la pregunta de antes: ¿qué convicciones éticas nos han metido en la cabeza y en el corazón de nuestras conductas?

A la hora de pontificar sobre el bien y el mal, la justicia y la injusticia, todos somos más honrados que la honradez misma. Pero cuando hablamos así, ni nos damos cuenta de que el sistema capitalista, por su misma naturaleza, nos ha configurado interiormente de forma que ha disociado nuestros pensamientos de nuestras conductas.

Queremos un mundo justo, pero luego resulta que para conseguir lo que decimos que queremos, ponemos al frente de esa tarea a individuos de los que no tenemos seguridad alguna sobre su sinceridad, su honestidad y su vergüenza.

¿A dónde vamos por este camino? ¿Qué mundo les vamos a dejar a nuestros jóvenes, a nuestros niños, a las generaciones futuras? Seguro, un mundo con muchas técnicas y miles de artilugios. Lo que no sabemos es si podrá ser un mundo más humano, más habitable y más honesto.

Será, sin duda, el mundo de los predicadores de la justicia y la verdad. Pero seguramente será también el mundo de la mentira, el mundo en el que nadie podrá fiarse de nadie, el mundo del odio y del desprecio.

No me resisto aquí a recordar el pensamiento acerado de Nietzsce, en su “Genealogía de la moral” (III, 13):

“¡Y cuánta mendacidad para no reconocer que ese odio es odio! ¡Qué derroche de grandes palabras y actitudes afectadas, qué arte de la difamación justificada! Esas gentes mal constituidas: ¡qué noble elocuencia brota de sus labios! ¡Cuánta azucarada, viscosa, humilde entrega flota en sus ojos! ¿Qué quieren propiamente? ‘Representar’ al menos la justicia, el amor, la sabiduría, la superioridad, tal es la ambición de esos ‘ínfimos’, de esos enfermos”.

La conclusión no es despreciar (más todavía) a los políticos. No estoy hablando de ellos. Estoy hablando de todos. De los que hemos votado. Y también de los que no han querido votar.

De pico y lengua, estamos todos bien abastecidos. Lo que no sé es si la coherencia ética se corresponde con nuestras palabras. Ahí está, creo yo, el problema del momento.


José M. Castillo

sábado, 13 de junio de 2009

Comentario biblico dominical

DOMINGO DEL CORPUS CRISTI Ciclo B

Tomad, esto es mi cuerpo
Mc 14,12-16.22-26




COMULGAR



"Dichosos los llamados a la cena del Señor". Así dice el sacerdote mientras muestra a todo el pueblo el pan eucarístico antes de comenzar su distribución. ¿Qué eco tienen hoy estas palabras en quienes las escuchan?

Son muchos, sin duda, los que se sienten dichosos de poder acercarse a comulgar para encontrarse con Cristo y alimentar en él su vida y su fe. No pocos se levantan automáticamente para realizar una vez más un gesto rutinario y vacío de vida. Un número importante de personas no se sienten llamadas a participar y tampoco experimentan por ello insatisfacción ni pena alguna.

Y, sin embargo, comulgar puede ser para el cristiano el gesto más importante y central de toda la semana, si se hace con toda su expresividad y dinamismo.

La preparación comienza con el canto o recitación del Padre nuestro. No nos preparamos cada uno por su cuenta para comulgar individualmente. Comulgamos formando todos una familia que, por encima de tensiones y diferencias, quiere vivir fraternalmente invocando al mismo Padre y encontrándonos todo en el mismo Cristo.

No se trata de rezar un "Padre nuestro" dentro de la misa. Esta oración adquiere una profundidad especial en este momento. El gesto del sacerdote con las manos abiertas y alzadas es una invitación a adoptar una actitud confiada de invocación.

Las peticiones resuenan de una manera diferente al ir a comulgar: "danos el pan" y alimenta nuestra vida en esta comunión; "venga tu Reino" y venga Cristo a esta comunidad; "perdona nuestras ofensas" y prepáranos a recibir a tu Hijo...

La preparación continúa con el abrazo de paz, gesto sugestivo y lleno de fuerza que nos invita a romper los aislamientos, las distancias y la insolidaridad egoísta. El rito, precedido por una doble oración en que se pide la paz, no es simplemente un gesto de amistad. Expresa el compromiso de vivir contagiando "la paz del Señor", restañando heridas, eliminando odios, reavivando el sentido de fraternidad, despertando la solidaridad.

La invocación "Señor, no soy digno", dicha con fe humilde y con el deseo de vivir de manera más sana es el último gesto antes de acercarse cantando a recibir al Señor. La mano extendida y abierta expresa la actitud de quien, pobre e indigente, se abre a recibir el pan de la vida.

El silencio agradecido y confiado que nos hace conscientes de la cercanía de Cristo y de su presencia viva en nosotros, la oración de toda la comunidad cristiana y la última bendición ponen fin a la comunión.

Una pregunta en esta festividad del "Corpus Christi". ¿No se reafirmaría nuestra fe si acertáramos a comulgar con más hondura?




MESA ABIERTA A TODOS



Nosotros hablamos de «misa» o de «Eucaristía». Pero los primeros cristianos la llamaban «la cena del Señor» o incluso «la mesa del Señor». Tenían todavía muy presente que celebrar la Eucaristía no es sino actualizar la cena que Jesús compartió con sus discípulos la víspera de su ejecución. Pero, como advierten hoy los exégetas, aquella «última cena» fue solamente la última de una larga cadena de comidas y cenas que Jesús acostumbraba celebrar con toda clase de gentes.

Las comidas tenían entre los judíos un carácter sagrado que a nosotros hoy se nos escapa. Para una mente judía el alimento viene de Dios. Por eso, la mejor manera de tomarlo es sentarse a la mesa en actitud de acción de gracias y compartiendo el pan y el vino como hermanos.

La comida no era sólo para alimentarse, sino el momento mejor para sentirse todos unidos y en comunión con Dios, sobre todo el día sagrado del sábado en que se comía, se cantaba, se escuchaba la Palabra de Dios y se disfrutaba de una larga sobremesa.

Por eso, los judíos no se sentaban a la mesa con cualquiera. !No se come con extraños o desconocidos. Menos aún, con pecadores, impuros o gente despreciable. ¿Cómo compartir el pan, la amistad y la oración con quienes viven lejos de la amistad de Dios?

La actuación de Jesús resultó sorprendente y escandalosa. Jesús no seleccionaba a sus comensales. Se sentaba a la mesa con publicanos, dejaba que se le acercaran las prostitutas, comía con gente impura y marginada, excluida de la Alianza con Dios. Los acogía no como moralista sino como amigo. Su mesa estaba abierta a todos, sin excluir a nadie. Su mensaje era claro: todos tienen un lugar en el corazón de Dios.

Después de veinte siglos de cristianismo, la Eucaristía puede parecer hoy una celebración piadosa reservada sólo a personas ejemplares y virtuosas. Parece que se han de acercar a comulgar con Cristo quienes se sientan dignos de recibirlo con alma pura. Sin embargo, la «mesa del Señor» está abierta a todos como siempre.

La Eucaristía es para personas abatidas y humilladas que anhelan paz y respiro; para pecadores que buscan perdón y consuelo; para gentes que viven con el corazón roto hambreando amor y amistad.

Jesús no viene al altar para los justos, sino para los pecadores; no se ofrece a los sanos, sino a los enfermos. Es bueno recordarlo en la fiesta del Corpus.



ENCUENTRO PERSONAL



Hace unos años, quienes se acercaban a recibir la comunión, adoptaban después de comulgar una actitud peculiar de silencio y recogimiento sagrado. Hoy, por lo general, no es así. Se entonan cantos de alabanza y acción de gracias, se subraya más la participación comunitaria, pero se corre el riesgo de restarle hondura a la comunión personal con Cristo. Falta a veces el silencio y la unción que permitirían un encuentro más vivo con él. El riesgo es evidente: convertir la comunión en un rito externo y rutinario que «anuncia» el final ya cercano de la misa.

Sin embargo, comulgar no es «hacer algo», sino «encontrarnos con alguien». La comunión sacramental es para el creyente un encuentro personal con Cristo, cargado de misterio, de gracia y de fe. Cristo sale a nuestro encuentro y nosotros vamos al encuentro de Cristo. Como todo encuentro interpersonal, también éste pide atención consciente, entrega confiada y, sobre todo, amor.

Es cierto que, en la comunión eucarística, Cristo se ofrece siempre, de manera segura e indefectible (la teología clásica hablaba del ex opere operato). Pero, para que este ofrecimiento objetivo se haga realidad personal en cada creyente, es necesaria la respuesta libre y consciente de quien se acerca a comulgar (el opus operantis de los teólogos).

Dicho de manera sencilla, el encuentro eucarístico con Cristo exige, antes que nada, una atención consciente. Recordar con quién me voy a encontrar, qué es lo que conozco de Cristo, qué espero de él, qué significa para mí. Cada cristiano tiene su idea personal de Cristo, más o menos clara, más o menos interiorizada. La comunión con Cristo no es un «encuentro a ciegas». Al acercarnos a comulgar, sabemos a quién buscamos.

Pero el encuentro pide, sobre todo, amor y entrega confiada. Las personas se encuentran de manera más plena cuando entre ellas se establece un diálogo confiado y una comunicación amistosa y cordial. Lo mismo sucede en la comunión eucarística. Lo más importante es el diálogo entre Cristo y el creyente que busca la presencia de la persona amada.

Todo esto no son palabras. Es la experiencia de quien comulga con fe. La presencia de Cristo se hace entonces más real, su Persona adquiere un significado más profundo, crece la confianza del creyente. Cristo es el Absoluto que no puede faltar, el horizonte de todas las experiencias, la fuente que llena la vida de fortaleza, de paz y de alegría interior. La comunión de cada domingo no es un rito más. Puede ser el encuentro vital que alimenta y fortalece nuestra fe. Es bueno recordarlo en esta fiesta del Corpus Christi.

domingo, 7 de junio de 2009

Eco-sencillez

Lo que se opone a nuestra cultura de excesos y complicaciones es la vivencia de la sencillez, la más humana de todas las virtudes, presente en todas las demás.

La sencillez exige una actitud de anti-cultura pues vivimos enredados entre todo tipo de productos y de propagandas. La sencillez nos llama a vivir según nuestras necesidades básicas. Si todos persiguiesen este precepto, la Tierra sería suficiente para todos. Bien decía Gandhi: «tenemos que aprender a vivir más simplemente para que los otros simplemente puedan vivir».

La sencillez siempre ha sido creadora de excelencia espiritual y de libertad interior. Henry David Thoreau (+1862) que vivió dos años en una cabaña en el bosque junto a Walden Pond, atendiendo estrictamente a sus necesidades vitales, recomienda incesantemente en su famoso libro-testimonio: Walden, la vida en los bosques: «sencillez, sencillez, sencillez». Afirma que la simplicidad siempre fue el distintivo de todos los sabios y santos. De hecho, extremadamente sencillos fueron Buda, Jesús, Francisco de Asís, Gandhi y Chico Mendes entre otros.

Como hoy estamos tocando ya los límites de la Tierra, si queremos seguir viviendo sobre ella, necesitamos seguir el evangelio de la eco-sencillez, bien resumida en las tres erres propuestas por la Carta de la Tierra: «reducir, reutilizar y reciclar» todo lo que usamos o consumimos.

Se trata de hacer una opción por la sencillez voluntaria, que es un verdadero camino espiritual. Esta eco-sencillez vive de fe, de esperanza y de amor. La fe nos hace entender que nuestro trabajo, por sencillo que sea, es incorporado al trabajo del Creador, que en cada momento activa las energías.

La esperanza nos asegura que si las cosas en el pasado han tenido futuro lo seguirán teniendo en el presente. La última palabra no la tendrá el caos sino el cosmos. Para los cristianos, el fin bueno ya está garantizado pues algunos de entre nosotros, Jesús y María, han sido introducidos corporalmente en el seno de la Trinidad.
La eco-sencillez nos hace descubrir el amor como la gran fuerza unitiva del universo y de Gaia. Ese amor hace que todos los seres convivan y se complementen. En la modernidad, nosotros nos imaginábamos el sujeto del pensamiento y la Tierra su objeto. La nueva cosmología nos afirma que la Tierra es el gran sujeto vivo que a través de nosotros siente, ama, piensa cuida y venera, Consecuentemente, tenemos que pensarnos como Tierra, sentirnos como Tierra, amarnos como Tierra pues, en verdad, somos Tierra, especie homo, hecho de humus, de tierra buena y fértil.

Sintiéndonos Tierra vivimos una experiencia de no-dualidad, que es expresión de una radical simplicidad. Algo de la montaña, del mar, del aire, del árbol, del animal, del otro y de Dios está en nosotros. Formamos el gran todo. Una leyenda moderna da forma a estas reflexiones:

En cierta ocasión, un joven que se iniciaba en la eco-sencillez fue visitado en sueños por Cristo resucitado y cósmico. Le invitó a caminar juntos por el jardín. Después de caminar un buen rato observando encantados la luz que se filtraba por entre las hojas, el joven preguntó: «Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina dijiste que volvería un día con toda tu pompa y con toda tu gloria. ¡Pero tu vuelta se demora tanto! ¿Cuándo volverás finalmente, de verdad, Señor?»
Después de unos momentos de silencio que parecían una eternidad, el Señor respondió: «Hermano mío, cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sean para ti tan evidentes como la luz que ilumina este jardín; cuando mi presencia bajo tu piel y en tu corazón sea tan real como mi presencia aquí y ahora, cuando no necesites hacerme preguntas como esta que me has hecho, entonces, hermano mío, habré vuelto con toda mi pompa y toda mi gloria».

Leonardo Boff

viernes, 5 de junio de 2009

Dia Mundial del Medio Ambiente

En el Día Mundial del Medio Ambiente 2009, la WACC, apela a la acción más que a las palabras. Es tiempo de ir más allá del mero intercambio de información. Es tiempo de avanzar hacia una visión compartida de un futuro sostenible. Tiempo de fortalecer la capacidad de construir con el objetivo de resolver o prevenir los problemas medioambientales dentro de las limitaciones del mundo finito en el cual vivimos.
El Día Mundial del Medio Ambiente (DMMA) fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 y se conmemora el 5 de junio de cada año. Un activismo extendido y llamados a la acción han creado una considerable conciencia acerca del medio ambiente.

No obstante, el cambio climático causado por las actividades humanas continúa amenazando la vida y el sustento de billones de personas y la existencia de millones de especies. Las emisiones globales que provocan el efecto invernadero deben reducirse dramáticamente, en tanto que al mismo tiempo debe elevarse la calidad de vida de la mayoría de la población mundial.

Movimientos sociales en todo el mundo están exigiendo acciones radicales, mayormente relacionadas a las responsabilidades que deben tomar los ricos, a dejar los combustibles fósiles en el suelo, soluciones justas y efectivas, e igual acceso a los recursos. Muchos apoyan el Greenhouse Development Rights Framework.

El tema para el DMMA 2009 es “Tu planeta te necesita a ti – Únete para combatir el Cambio Climático”. Reflexiona sobre la urgencia para que las naciones lleguen a un nuevo acuerdo en la crucial convención climática en Copenhague en diciembre de 2009, y la relevancia de la justicia climática para superar la pobreza.

La WACC desafía a una mejor comunicación medioambiental: un proceso de interacción social de doble vía que habilite a las personas para entender factores medioambientales esenciales y su interdependencia, y a responder a los problemas de una manera competente. La comunicación medioambiental no es tanto la diseminación de información como la construcción y el refuerzo de una visión compartida de un futuro sostenible en el Sur y en el Norte.

Recientemente la WACC lanzó una nueva página dedicada a la justicia climática (ver http://www.waccglobal.org/en/activities/climate-justice.html). Además, la WACC apela a comunicadores y a comunidades de fe a estudiar el tema de la justicia climática y a demostrar un liderazgo crucial para combatir las amenazas hacia el medio ambiente y para promover la justicia climática.

Nuevo link

Te ofrecemos un nuevo link en el margen izquierdo del blog entre los Recursos en Internet:

Revista Biblica Latinoamericana

que te permitirá leer y descargar todos los articulos de la Revista Biblica Latinoamericana (Ribla).

Vivenciar la Trinidad

RECUPERAR UN SIMBOLO

Los gestos simbólicos pueden ayudarnos a vivir la existencia con más hondura, pero, repetidos de manera distraída, pueden convertirse en algo mecánico y rutinario, vacío de todo significado vital.

Así sucede con frecuencia con esa cruz que los cristianos hemos aprendido desde niños a trazar sobre nosotros mismos y que resume toda nuestra fe sobre el misterio de Dios y sobre el espíritu que ha de animar nuestra vida entera.

Esa cruz es "la señal del cristiano" que ilumina nuestro caminar diario. Ella nos recuerda a un Dios cercano, entregado por nosotros. Esa cruz nos da esperanza. Nos enseña el camino. Nos asegura la victoria final en Cristo resucitado.

Pero ese gesto tiene un significado más hondo. Al hacer la cruz con nuestra mano, desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho, consagramos nuestra frente, boca y pecho, expresando así el deseo de acoger el misterio de Dios Trinidad en nosotros y la trayectoria que queremos dar a nuestra vida.

Esto es lo que queremos: que los pensamientos que elabora nuestra mente, las palabras que pronuncia nuestra boca, los sentimientos y deseos que nacen de nuestro pecho, sean los de un hombre o mujer que viva "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

El gesto nos anima así a superar la dispersión de nuestra vida unificando todas nuestras actividades para vivir desde una confianza total en el Padre, siguiendo fielmente al Hijo encarnado en Jesús, dejándonos impulsar por la acción del Espíritu en nosotros.

Al mismo tiempo, este gesto realizado conscientemente en medio de una sociedad que va vaciando la vida de su grandeza y misterio, nos invita a vivir adorando el misterio trinitario de Dios, origen, fundamento y meta última de toda la creación, y dándole gracias por el don misterioso de la vida.

El creyente vive envuelto por este símbolo tan expresivo. Lo hacemos al comenzar la Eucaristía y al recibir la bendición final, al iniciar y terminar una oración, al bendecir la mesa, al empezar el día y al acostarnos. Si lo hiciéramos de manera consciente, podría ser un mensaje de alegría y salvación en medio de nuestra vida.

En esta fiesta de la Trinidad hemos de recordar que el misterio de la Trinidad no es un asunto para la reflexión exclusiva de los teólogos o la experiencia de los místicos. También un humilde creyente, alejado incluso de la práctica religiosa, puede elevar su corazón hasta Dios y santiguarse despacio en el nombre de la Trinidad, agradeciendo arrepentido su perdón y alabando gozoso su amor insondable.

jueves, 4 de junio de 2009

Las madres contra el paco

Comentario biblico dominical

7 de junio de 2009
Santísima Trinidad (B)

Mateo 28, 16 - 20

LO ESENCIAL DEL CREDO

A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.

Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.

Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.

"La Trinidad Misericordiosa"




"La Trinidad Misericordiosa" nos remite al carácter trinitario de Dios en su relación con el ser humano: el Padre, en el círculo a la derecha, se vuelve hacia nosotros, nos acoge y abraza, oye nuestras súplicas y nos envía; en el círculo de la izquierda está el Hijo, que asumiendo nuestra frágil condición, viene a nosotros y nos manifiesta, en el servicio al prójimo, su inmenso amor; arriba: el Espíritu Santo, que nos alienta, abre nuestros ojos y nos muestra nuestra misión actual. En el centro, hay una figura humana que nos representa a todos que, con nuestras fragilidades y miserias, nuestros problemas y limitaciones, siempre somos amparados y abarcados por la misericordia divina
En el fondo de la escultura: un gran círculo, en cuyo interior se encuentra otro pequeño. El círculo grande simboliza la tierra, la creación en su conjunto; el más pequeño: la persona, el corazón del mundo. El ser humano ha recibido por vocación cuidar de la tierra, ser su guardián.
Los tres círculos exteriores, tocan, se empotran en los círculos centrales. Pero la mayor parte de los círculos se que da fuera. Dios es mayor que la creación. ¡Es un Misterio! “El reino de Dios está en medio de vosotros”. (Lc 16, 21).
La venida del reino de Dios en medio de nosotros, Jesús lo ha manifestado en toda su vida: “He venido a liberar a los cautivos a devolver la vista a los ciegos”. (Lc 14, 21-48) “Si yo, el Señor y Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis hacer lo mismo. Bienaventurados si lo hacéis”. (Jn 13, 14).

EN EL CENTRO HAY UNA PERSONA FRÁGIL, DÉBIL, CAÍDA, SIN FUERZA...
El personaje central es un ser humano. Para Dios, en el centro está la persona que sufre, débil, pequeña.... Es lo que Jesús nos ha revelado: durante toda su vida pone el centro de su vida y de su acción en los seres más pobres los más débiles, los que no cuentan para nada, los desechados. Los que sufren y los pecadores. El ser humano, cada uno personalmente, cuenta tanto a los ojos de Dios que lo coloca en el centro de sus preocupaciones. Toda la atención de Dios está centrada sobre su criatura.
“Yo te he llamado por tu nombre, tú eres mía…Eres preciosa a mis ojos, eres estimada y yo te amo” (Is 43,1ss).
El Padre en el Hijo por el Espíritu Santo se preocupan del hombre y de la mujer. ¿Quién es el Padre-Creador, quién es el Hijo Jesucristo? Su intención es idéntica. Actitudes y gestos lo demuestran: una misma atención un mismo apasionamiento los estimulan hacia el ser humano. Un mismo amor hacia la persona anima a la Santísima Trinidad.
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Yo no hago nada fuera del Padre”. (Jn 14, 9-11).
Padre e Hijo se preocupan por la persona, creada del barro de la tierra.
La persona, en el centro, es la figura más oscura de todas. Color de tierra. Un ser creado por Dios, y que estaría sin vida, si ésta no se la hubiese dado el Creador.
“¿Qué es el hombre para que te acuerde de él, para que te preocupes de él. Lo hiciste poco inferior a los ángeles”. (Sal 8).
Es lo que recuerda el personaje de la derecha, un beso, un soplo de vida… Dios quiere tener al ser humano, un ser viviente, como interlocutor, un ser capaz de responder a su llamada a la vida. Desea un ser viviente, capaz de amar y de asemejársele.
El ser humano está en un círculo. El círculo, como símbolo de realización significa que el ser humano en su debilidad y en su miseria está llamado a la plenitud de vida y de realización.
“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. (Jn 10).
El personaje de la izquierda se inclina para besar los pies del personaje central. Así entendió Jesús su misión. Los dos personajes, vueltos hacia el centro, se inclinan. El de la derecha de rodillas, el de la izquierda sobre sus talones. En Jesús Dios se abaja para estar cerca de la miseria del ser humano. No le mira desde arriba, se abaja. No nos sale al encuentro en nuestras perfecciones sino en nuestras miserias.
Dios se pone al servicio, se hace servidor de la persona. Es lo que Jesús ha manifestado a sus discípulos en el lavatorio de los pies. Así el gesto del personaje de la izquierda, que sostiene los pies con sus manos, llenándolos de besos. Beso, gesto de intimidad y de ternura, que invita a la persona a dejarse amar. El amor hace libre, pone al hombre y a la mujer en pie.
El personaje de la derecha, agarra a la persona del centro como para ponerla en pie. Así el buen samaritano, y así el Padre que, al regreso del hijo, lo abraza, y lo cubre de sus besos, de su perdón.
Levantar, rodear de ternura, abrazar, cogerlo en su seno con ternura, tal es el gesto de Dios con el hombre y con la mujer. (Sal 139). Gesto de liberación que pone a la persona en pie. Gesto del Salvador Jesucristo, pues ese gesto llama al ser humano a su amor, libre, de pie.
“Al principio, el Espíritu aleteaba sobre las aguas, sobre el caos”. (Gen 1-1).
La Paloma de Fuego. Vuela sobre el ser yacente. La relación entre la Paloma de fuego y el ser humano del centro recuerda a Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles, antes llenos de miedo, se vuelven testigos audaces de Jesús y del amor de Dios.