martes, 10 de febrero de 2009

Transformar las realidades que marginan



Lectura:

Se le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplica:

–Si quieres, puedes sanarme.

Mar 1:41 Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo:

–Lo quiero, queda sano.

Mar 1:42 Al instante se le fue la lepra y quedó sano.

Mar 1:43 Después lo despidió advirtiéndole enérgicamente:

Mar 1:44 –Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.

Mar 1:45 Pero él salió y se puso a proclamar y divulgar el hecho, de modo que Jesús no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares despoblados. Y de todas partes acudían a él.

Mc. 1,40-45

Comentarios:

Mar 1:40-45 Sana a un leproso. El leproso era un muerto viviente, aislado, despreciado y condenado a estar lejos de los demás y de Dios. El leproso no podía acercarse a Jesús pero lo hace; Jesús no podía dejarlo acercar pero lo hace. Ambos violan la ley (Lev_5:3; Núm_5:2). La fe del leproso y el amor de Jesús hacen realidad la Buena Noticia. De nuevo, tres verbos muestran la ternura y la cercanía de Jesús con los marginados: compadecerse, extender la mano y tocar. Jesús no se conforma con estar cerca, sino que pasa a transformar la realidad de marginación sanando al leproso. A pesar de la prohibición, el leproso se convierte en un evangelizador que propaga la imagen de Jesús. La prohibición de divulgar lo sucedido se conoce como «secreto mesiánico», una manera de decir que el proyecto de Jesús podrá ser comprendido correctamente después de su muerte y resurrección.

LOS MARGINADOS

Jesús sale de Cafarnaún para anunciar la Buena Nueva a las familias más aisladas del campo, donde encuentra leprosos. La lepra es una enfermedad tremenda cuando no se le da la debida atención, y era considerada muy contagiosa; por eso los leprosos debían vivir fuera de los poblados. Era además considerada por todos como un castigo de Dios; de ahí que la religión judía declaraba impuros a los leprosos. Por el gesto de Jesús, la carne y la piel del leproso vuelven a quedar sanas; eso es un verdadero milagro, mucho más importante que la sanación de la suegra de Pedro. Pero Jesús ha logrado algo mucho mejor todavía que este leproso salga de su marginación. En adelante será un hombre igual a los demás y ya no evitarán su contacto. La Ley de Dios y de los hombres reconocerán su dignidad. La Buena Nueva no se queda en palabras sino que trae un cambio en adelante ya no habrá más personas marginadas. No cuentes esto a nadie (44). Con mucha frecuencia, sobre todo en el Evangelio de Marcos, Jesús da esta orden a los que acaba de sanar de su mal (1,25; 1,34; 1,44; 3,12; 5,43; 7,36; 8,26; 8,30). Hay que notar, sin embargo, que Jesús nunca da esta orden cuando se encuentra fuera del territorio de Israel; por otra parte, esta orden desaparece después de su transfiguración. Si Jesús les prohibió revelar su verdadera identidad durante toda la primera parte de su vida pública, fue para evitar confusiones a su respecto. En efecto, eran muy diversos los conceptos que corrían entre los judíos respecto del Mesías; Jesús no quería que hubiese ambigüedad sobre la misión que venía a cumplir. Por eso esperará haberse distanciado lo suficiente de esa imagen popular del Mesías para comenzar a revelar, y en primer lugar a sus discípulos, el misterio de su persona. Por esta razón Marcos utiliza poco, a diferencia de Mateo, la expresión . Es verdad que la hallamos dos veces en boca de los demoníacos, pero en uno de los casos estamos fuera del territorio de Israel. Marcos prefiere reservarla para los momentos privilegiados de la revelación de Jesús a los hombres el Bautismo y la Transfiguración y además, como conclusión de la Pasión, en labios del centurión.

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